Gracias a los detractores a ultranza de AMLO, cada vez hay más información acerca de los costos de la cancelación del proyecto del NAICM en Texcoco, que frisan entre los 120 y 150 mil millones de pesos. También por ellos existe mayor claridad sobre las repercusiones de la cancelación en la imagen y la confianza internacionales.

Gracias a la consulta, bendita consulta, pudimos enterarnos de lo mucho que a los opositores de AMLO les importa el Estado de Derecho y la institucionalidad democrática… claro está, cuando el curso de los acontecimientos se aleja de su ideal de certidumbre y de negocios ventajosos.

Curiosamente, ni su defensa del Estado de Derecho ante un proceso de consulta extra constitucional ni su oda por la democracia electoral aparecieron con similar fervor ante el manejo turbio e ilegal de las licitaciones de adjudicación directa de los mega contratos del NAICM y el lamentable papel del INE y los institutos con responsabilidades en la gestión de las elecciones locales.

En medio de esta consulta, así, se reveló con especial crudeza la mentalidad “neoliberal” que guió el proceder del contubernio prianista durante los últimos 30 años: el sometimiento sin rodeos de la gestión política a los designios y humores del gran capital.

La desesperación con la que los prominentes miembros del establecimiento “neoliberal” se refieren a las supuestas consecuencias fatídicas de vulnerar los intereses de los grandes capitales o hasta de ponerles nerviosos les pinta de cuerpo cabal.

Convencidos como están de que la política es el arte de construir consensos para servir al gran capital, entienden que apartarse de este camino no puede sino conducir a la destrucción nacional. Al margen de esto, peor aún, sería inentendibles sus relatos sobre la destrucción apocalíptica de nuestro país, que es materializaría en caso de consumar la cancelación del NAICM.

Ciertamente, no es cosa menor echarse sobre las espaldas la cancelación de una obra que rebasa los 200 mil millones de pesos, pero de ahí a sostener que el futuro del país gira en torno de esa sola decisión media una gran distancia.

La pregunta relevante es si en el cálculo de los grandes inversionistas esa sola decisión bastará para forzar su retirada de un país que les ha brindado innumerables oportunidades de negocios. No hace falta mucha agudeza para señalar que nadie hace fiesta cuando sus privilegios se reducen.

En tal contexto, una vez más, AMLO se dio el lujo de exhibir la superioridad de su entendimiento y olfato políticos. En su balanza, supongo, pesarían más los indicios de los manejos turbios y la corrupción que la precariedad y los defectos de la organización de la consulta.

Por si alguna duda quedaba de ello, a pregunta expresa de las propias encuestadoras especializadas, la gran mayoría de las personas muestreadas manifestaron su agrado por el hecho de que se les consultara.

El triunfo de AMLO fue por partida doble. Derrotó de forma clara a sus opositores y de paso mandó la señal que quería: no más sujeción a los intereses económicos y la apertura de una nueva era en la política nacional.

Es pronto aún para establecer pronósticos sobre el futuro del país más o menos dignos de ser discutidos. Los indicios primarios de devaluación del peso frente al dólar y la baja en la bolsa distan mucho de la caída estrepitosa pregonada por los opositores. Si en las próximas semanas se mantiene la tendencia actual, habrá elementos suficientes para pensar que el mercado absorbió la incertidumbre y que los agoreros de la debacle se quedaron sin parque.

Al respecto, sin pretender que ello es irrelevante, preocupa sobremanera la obcecación de los detractores de AMLO en la salvaguarda de los intereses de los grandes inversionistas. De los propios estudios y diagnósticos de las instituciones internacionales especializadas se desprende que las desigualdades sociales, y no se diga la pobreza y la pobreza extremas, constituyen un problema serio para la sostenibilidad de los Estados nacionales y la civilización en su conjunto.

En nuestro país, como en la sociedad-mundo, la vigencia de los valores fundacionales y la narrativa civilizatoria de hacer realidad la comunidad de convivencia justa y libre se encuentra seriamente amenazada.

Hoy, de forma especial, cobra vigor el apunte crudo y ácido de Oscar Wilde en torno a lo que percibía como una especie de mentalidad epocal en ascenso: la hipostatización del pragmatismo egótico y el afán de lucro, encarnados en la proclividad de la persona típica para saber del precio de todo y del valor de nada.

Para desgracia de los cultivadores del enfoque neoliberal y de su versión caricaturesca en nuestro país, la sociedad-mundo carece de centro y primado funcional.

* Analista político

*Presidente del Centro Investigación Internacional del Trabajo

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