Prevalece el acertijo de cómo será la sociedad, al menos en occidente, una vez avancen las fases de la desescalada del confinamiento que cada país ha impuesto en diversos grados de intensidad para luchar contra la velocidad de transmisión de la pandemia de SARS-Cov-2.
La pandemia ha convertido al mundo en un intenso laboratorio social y económico que podría dejar tras de sí (o no) una estela de cambios en prácticamente todas las esferas de las relaciones humanas, pero igualmente en el rediseño de una nueva economía con diversas formas de emprendimiento empresarial y de entendimiento laboral.
El coronavirus abre una ventana significativa de desafíos para incentivar la transformación de aquello que no venía funcionando desde hacía tiempo, y hasta las crisis, aseveran intelectuales como el español Antonio López Vega, director del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, implican una clara “oportunidad” para cambiar a fin de mejorar.
La pandemia puede ser un revulsivo… o no, porque a la fecha nadie se atreve a afirmar que, la sacudida catártica, provocada por el coronavirus en sociedades confinadas por varios meses terminará en una mera fase coyuntural difuminada en el corto plazo o bien, provocará en ciernes, una metamorfosis estructural.
Hay diversos episodios en la historia que, a favor de lo estructural, muestran evidencia sólida de lo qué pasa cuando acontece una desgracia inesperada: en el gran incendio de Londres de 1666, el fuego devoró más 70 mil casas -del 2 al 5 de septiembre- dejando a cientos de miles de ciudadanos sin techo.
Londres que en ese momento era una de las urbes más grandes y pobladas había cometido graves errores de planeación urbana, en una ciudad más bien hacinada con construcciones de madera y muy poco seguras; sin contar que, las autoridades nunca habían planeado, un esquema de emergencia ante un incendio y que la gente solo tenía a mano cubos de agua para intentar apagar el fuego creciente e incontrolable.
El siniestro dejó no solo pérdidas en vidas humanas y a la gente viviendo en las calles, además de un enorme quebranto económico; sin embargo, la naturaleza del ser humano tiene un férreo espíritu de lucha y de superación sobre todo después de una tragedia y tan es así que Londres aplicó en su reconstrucción, innovadoras técnicas de urbanismo para la época y protocolos de actuación ante incendios, creando inclusive un cuerpo de bomberos.
En efecto, incendios, huracanes, tsunamis, terremotos, guerras o pandemias prueban no solo la resiliencia del ser humano sino su capacidad para crecerse en la adversidad para aprender de los errores a fin de primero, saber qué se hizo mal y segundo, cómo prevenir y tercero, qué hacer de darse una situación así.
La pandemia del coronavirus surge en momentos en que la ciencia y la tecnología han realizado relevantísimos descubrimientos en el campo de la biotecnología, de la genética, de la física cuántica; de la biología molecular, así como en la física, la química y desde la luego la tecnología digital.
Al mismo tiempo en una circunstancia inédita, pero en un momento de enorme complejidad porque el cambio climático y sus consecuencias colaterales venían empujando a un grupo de países y expertos a favor de un nuevo modelo productivo menos carbonizado y más amigable con el planeta.
A COLACIÓN
Hay un grupo de expertos inclinados a favor de que la pandemia traerá un nuevo modelo de crecimiento y desarrollo verde, tal es el caso de Thomas Piketty, el economista francés afirma que la crisis sanitaria y sus consecuencias económicas funestas permitirán el nacimiento de la moneda verde.
Siempre polémico por sus propuestas anticapitalistas, Piketty cree que la verdadera “revolución verde” será uno de los resultados directos de la pandemia y la debacle económica.
“Sucederá un momento para detonar inversiones en el sector de la sanidad y del medioambiente como no sucedía antes y será, ahora sí, el tiempo en que arrecie la reducción de la utilización del carbón”, destaca el también asesor.
Piketty insiste en que gracias al coronavirus “se precipitará” el cambio del modelo actual hacia otro modo de desarrollo más sociable, más equitativo y sobre todo más responsable.
A su vez, recuerda, la relevancia que a lo largo de los confinamientos han jugado sectores esenciales para la supervivencia de las personas y que no podían dejar de funcionar por su creciente relevancia: desde el sector sanitario hasta el alimentario y el hecho de que millones de niños, adolescentes y jóvenes continuasen con sus clases, conectados desde sus tablets, ordenadores y teléfonos móviles.