Por: Abigail Baez

Para influir en las sociedades se requiere poder abstraer conceptos que se traduzcan en ideas uniformes y estas puedan generar comunicación efectiva, la ambigüedad en el lenguaje genera malentendido, que no es cualquier fenómeno, es una particularidad lingüística que dio inicio a la revolución cognitiva hace 70,000 años al materializarse la divergencia entre los símbolos verbales dando lugar a la separación por grupos sociales, desde entonces decidimos unirnos solo a los iguales de pensamiento en lugar de construir símbolos afines, el abordaje impecable a este tema lo da el Macrohistoriador Noah Harari en sus obras; hoy el malentendido obstaculiza el bienestar general, en este contrato de comunicación está el individuo social con rasgos que lo empujan a rebelarse ante las indicaciones sanitarias; el “rebelde” que nuestro castellano define como alguien descarado, sarcástico, ingenioso y seguro de sí mismo, estampa que oferta a las personas sin carácter un atractivo patrón de comportamiento hostil y desafiante hacia la autoridad.

Estos retadores desobedecen activamente las peticiones sociales, discuten las reglas, culpan a otros de su desobediencia, y se molestan con facilidad si se le señala el error; curiosamente estas actitudes encajan con el Trastorno de Oposición Desafiante dentro del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5).

También existen otros que manifiestan resistencia al uso por prejuicios, en este particular nos enfocaremos en los hombres por dos razones, la primera, los hombres son estadísticamente más afectados por el COVID-19 que las mujeres.

La segunda fundamentada en el estudio publicado en Mayo del 2020 por Valerio Capraro de la Universidad Middlesex y Hélène Barceló del Instituto de Investigación de Ciencias Matemáticas en Berkeley quienes hicieron hallazgos al comparar las intenciones en el uso de cubrebocas, según esto los hombres son menos propensos que las mujeres a usar una máscara facial para prevenir la propagación.

Las dos declaraciones que mostraron la diferencia entre hombres y mujeres, fueron: “Usar un cubre bocas es un signo de debilidad” y “El estigma asociado me impide utilizarlo tanto como debería”; el estudio encontró que el mayor motivador de todos es una orden para uso obligatorio.

Cuando existe un mandato contundente, escriben los autores, la diferencia de género en la intención de usarla casi desaparece.

Del otro lado encontramos al emisor del mensaje. El discurso gubernamental es una posición que conlleva gran responsabilidad pues no se habla a título personal, es una investidura que implica un poder discursivo potente, desde esta posición de autoridad lo que declara quien ejerce estos cargos es crucial para qué el colectivo comprenda la pauta a seguir.

La ambigüedad en los mensajes genera confusión y confrontamiento entre los individuos, con esto se estresa a los servidores públicos que están al frente del orden social, policías, bomberos, custodios en cárceles, personal de protección civil, socorristas; a quienes la desobediencia los supera; a ellos, un discurso firme les hará el trabajo práctico y reportarán mejores resultados.

La disciplina que se espera de la sociedad deberá ir acompañada de ordenes claras y sanciones puntuales; el contexto actual exige a ambas partes abandonar la idea romantizada de libertad, la libertad para vivirla requiere paz, no es un lugar al que se llega y ya está ahí, la libertad es resultado de construir sociedades colaborativas, exigir autonomía creando conflicto y desobediencia en medio de una emergencia social es contradictorio.

La actividad social y económica segura es posible si estamos todos en la misma dirección marcada desde las instituciones.

@AbigailBaezMdgl

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