El maleante apunta con una pistola al corazón del policía; éste, con las manos en alto y con firmeza, le hace una pregunta:
–¡Qué es lo que quiere?
En el momento en que el agresor responde, el gendarme le propina un manotazo y el arma sale volando; enseguida toma al delincuente por el brazo y lo somete.
El instructor de SWAT, explica a los asistentes al curso, que los seres humanos podemos hacer una cosa a la vez; quien representaba al hampón ocupó su mente en elegir las palabras para responder la pregunta y dejó la orden de disparar en pendiente, por ello fue desarmado.
Cuando tenemos un pensamiento o estamos ocupados en algo, nuestro cerebro se encuentra “lleno” con la idea o el motivo en cuestión; cuando pasamos nuestra atención a otra cosa, se produce una especie de cuña, en la que el pensamiento anterior se va desvaneciendo para pasar al siguiente en fracciones de segundo.
¿Cuántos ejemplos no hay de madres de familia que olvidaron ir por sus hijos a la salida de la escuela? ¿En qué estaban pensando?
En décadas pasadas, el televisor se convirtió en aquello que tenía nuestras mentes ocupadas durante buena parte del día; hoy ese tiempo lo consume, multiplicado por diez, el teléfono celular, las aplicaciones que se le cargan y nuestra interacción en las redes sociales.
¿Cómo podemos enfocarnos en un propósito, si de entrada nuestra mente está descuidada en otra cosa?
El ejemplo más claro está en el virus que aún y luego de meses, nos mantiene retenidos en nuestros hogares; las primeras semanas viviendo con el brote, el nombre COVID-19 ocupaba la mayor parte del día nuestro pensamiento; era difícil concentrarse porque el miedo y las noticias que informaban de la acumulación de casos y muertes nos tenían recluidos en nuestra mente, incluso hasta en los sueños.
Quien ha tenido la fortuna de estar enamorado, puede comprender mejor el mecanismo por el cual una persona que tiene metida a la pareja en la mente día y noche, se ve imposibilitada en gran medida para desempeñar sus funciones normales.
Así que el enfoque, como su nombre lo indica, requiere de ajustar, como se haría con el lente de una cámara, el objetivo, hasta que se tiene claro y no soltarlo porque es la única manera de tenerlo a tiro.
Conseguir enfocarse es difícil en estos tiempos en que somos bombardeados, principalmente en redes sociales por lo que suele llamarse distractores: todas aquellas publicaciones que buscan nuestra atención, sea para doblegar nuestra voluntad, sea para desviarnos de lo importante en materia económica, social o política. Valga decir que toda esta dispersión nos consume una gran energía cerebral.
Los estudios sobre las cosas que caben en la mente de las personas se tienen bien analizados y son poderosas herramientas en mercadotecnia y publicidad, las cuales echan mano de todos los anzuelos para llamar a nuestra mente y obtener su atención; el posicionamiento –el lugar que ocupa un producto o servicio en la mente del consumidor –es fundamental para ejercer presión en la decisión de compra. Por ello hay empresas que dedican un cierto porcentaje a publicidad, pero otras invierten en ello todo lo que se pueda.
Enfocarse entonces, tiene qué ver con eliminar todo aquello que nos hace ruido en la mente; tener en claro el objetivo o propósito que nos hemos fijado y trabajarlo constantemente como lo único que deseamos construir o elaborar.
La psicoterapia maneja el aquí y ahora como una herramienta poderosa para acercarnos a nuestro estado consciente; es una especie de continuo del momento presente, buscando estar en el lugar y el momento en el que vivimos; si esta premisa la llevamos al enfoque de nuestro motivo, muy probablemente lograremos encausarlo exitosamente.
F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías
@ALEELIASG