El Índice Global de Vigilancia del Envejecimiento cataloga a los países de acuerdo al bienestar social y financiero de sus adultos mayores. Se implementó y examinó a  91 naciones en términos de retiro, ocupación, asistencia social y servicios de salud para mayores de 60 años. Suecia, Noruega y Japón son los países con mejor calidad de vida para sus ancianos; en Latinoamérica, Chile, Uruguay y Costa Rica fueron los mejores de la región mientras que Honduras ocupa el último lugar, le anteceden Guatemala y Paraguay. México, considerada una de las economías de mayor crecimiento en la región, ocupa el lugar número 56.  Una mala noticia pues se espera que la población de adultos mayores para 2050 sea del 26%, actualmente es del 12.3% (INEGI, 2020).

Dentro de la sociedad los ancianos fluctúan “entre el reconocimiento a sus saberes y el desagrado ante la decadencia. Esta ambigüedad es resultado de la forma en que representamos al adulto mayor; como el omnipotente o el vulnerable, si cuestionamos lo que simbolizan encontramos que el desagrado ante la decadencia obedece a ideas darwinianas sobre lo que se asume débil en la cadena productiva y reproductiva, es infértil; traduciéndolo en no productivo. Asumirlos así da lugar a condiciones de riesgo por maltrato; las cifras policiales son apenas la punta de un iceberg de formas diversas de robo, abandono, maltrato  físico, psicológico y verbal del que son objeto. Sin omitir a las víctimas de Trata en forma de esclavitud.

En el campo de la productividad experimentaremos cambios importantes derivados del impacto económico por el coronavirus que aceleró la automatización laboral, esto modificará nuestros vínculos sociales. La Universidad de Oxford concluyó en 2016 que para 2035, en los países desarrollados, el 86% de las funciones en restaurantes serán automatizadas, 75% en el comercio minorista y 59% en trabajos de entretenimiento; por la pandemia el mundo llegará a estas cifras antes del 2030, se está optando hacia la automatización como salida emergente ante el riesgo de contagio en los centros de trabajo. Esta condicionante, aunada al miedo que prevalecerá ante cualquier agente infeccioso, ocasionará una importante modificación en las dinámicas de interacción humana. Actualmente se observa el aumento de una conducta de baja empatía, muy funcional para las circunstancias presentes, donde la oferta social nos vende la idea de que serán los sujetos poco empáticos quienes puedan resolverse ante un futuro con alta presión económica y aumento en el sufrimiento emocional; esto ocasionará un aumento paulatino en el abandono y abuso contra los adultos mayores; el Conapred, a través de la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS), los ubica como el quinto grupo etario objeto de discriminación en México. Aun cuando ya existen sanciones aumentadas ante la comisión de delitos cuando se ejercen contra personas adultas estos no disminuyen, las respuestas favorables vendrán interviniendo a la comunidad con educación.

Las administraciones gubernamentales cuentan con datos que pueden enfocarse hacia una demografía del envejecimiento, este enfoque permitirá la descripción de sus particularidades, observar sus perspectivas de vida, formas de participación económica, desarrollo educativo; causas de mortandad, el estado de salud, entre otros. Datos que a través del tratamiento de la información logran orientar las acciones sobre todo hacia la conformación de redes de apoyo, también deriva en la creación políticas públicas de prevención que mediante el discurso gubernamental promuevan la recuperación de la imagen aspiracional de la vejez; así, la generación de conductas de respeto hacia ellos desde su núcleo familiar. En una sociedad que está envejeciendo progresivamente continuemos valorando las diferencias, fortalezcamos la  dimensión afectiva, el respeto al cuerpo y sus aspectos peculiares en cada etapa de la vida.

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