Durante los cerca de 14 años en los que Andrés Manuel López Obrador fue opositor y eterno candidato a la Presidencia de la República, pinceleó un proyecto de nación que resultaba ambicioso y representaba el anhelo de prácticamente todos los mexicanos: la transformación de un país saqueado, manoseado, insultado y ultrajado por los gobiernos del PRI y del PAN.
Todas y todos buscamos siempre mejores condiciones en nuestro entorno; aspirar a una mejor calidad de vida a través de un estado de derecho que nos garantice nuestras libertades, tranquilidad y desarrollo, es un deseo natural y más en una nación rica en recursos naturales y con un pueblo trabajador y noble.
La erradicación de la pobreza, el abatimiento de la corrupción, el crecimiento económico, así como más y mejores oportunidades fue el eje rector del discurso de López Obrador.
Sin embargo, ya como gobierno, este proyecto progresista se desdibujó.
Nos topamos con un mandatario ávido de los reflectores, que sigue prometiendo y ante la falta de resultados, encuentra la mejor salida culpando a sus antecesores como los responsables de sus propios yerros.
Cada día inventa una historia que mantenga a la población al borde del sillón esperando el desenlace más pintoresco.
Así fue como en medio de la pandemia que ha cobrado oficialmente la vida de más de 76 mil mexicanos (extraoficialmente podrían ser más de 210 mil) y con la crisis económica más compleja vivida en esta nueva era, el presidente López Obrador se inventó un día la rifa de un avión presidencial, pero sin avión y cuando el tema estaba a punto de agotarse, se le ocurrió la idea de organizarse una consulta para que el pueblo “sabio y bueno” decida si se debe o no enjuiciar a los expresidentes por haber incurrido en aquellos delitos que él mismo mandatario desde su presidencia no ha logrado tampoco erradicar como la corrupción, el tráfico de influencias, la malversación de recursos, los nexos con el crimen organizado y un largo etcétera.
Se dijo que la primera transformación del país surgió con la independencia de México; la segunda con las leyes de Reforma del presidente Juárez, la tercera con la revolución de 1910 y la cuarta con la llegada de la izquierda lopezobradorista al poder.
La diferencia entre esta supuesta transformación y las tres que le antecedieron es que las luchas del pasado se forjaron en la materialización de los ideales que forjaron estos movimientos sin tanta verborrea.
Es así como en el marco de los festejos por la Independencia de México y haciendo un corte de caja sobre los 21 meses de mandato del presidente López Obrador, se puede concluir con toda claridad que esta es una falsa transformación
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Pero el fracaso de Morena no se limita al presidente mismo, sino este fenómeno se contagió (cual pandemia) a las estructuras de los congresos, a los gobiernos estatales y a las administraciones municipales.
Era de esperarse.
En 2018 la ciudadanía ejerció un voto de castigo contra los gobiernos de derecha y centro.
El problema es que ahora, como diría el filósofo Chespirito, ¿quién podrá salvarnos?
@AlbertoRuedaE