(Parte 2)
Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento
-Nelson Mandela-
Hoy, el INE dogmáticamente se entiende como el organismo mediante el cual se fortalece la democracia electoral y se garantiza el ejercicio de los derechos políticos, presumiendo como principios rectores la legalidad, certeza, imparcialidad, objetividad, independencia y máxima publicidad. Partiendo de esta base, cualquier mexicano debería mantener una fe ciega en el Instituto que ha sido modelo electoral para los países que practican la forma de gobierno democrático.
Sin embargo, tampoco debe sorprendernos que cuando el INE se pronuncia a favor o en contra de algún conflicto de carácter electoral, quienes no fueron favorecidos con la resolución embisten y braman en contra de quienes la tomaron. Los principios del INE son cuestionados y las confabulaciones se hacen presentes. El problema no es el INE, el problema somos los ciudadanos que participamos en los procesos democráticos. (Y los que no participamos, teniendo el derecho y la obligación de hacerlo, también). En un país en el que no se cree en la educación que recibimos, en la atención médica que debería estar garantizada para cualquier persona, en las oportunidades de emprendimiento para generar nuevas fuentes de empleo, en la capacidad laboral para ser elegido por aptitudes personales ¿por qué deberíamos creer, estimado lector, en las instituciones que nos rigen?
¿Será que esta falta de credibilidad nos adormece hasta hacernos sentir incapaces de participar y transformar nuestras sociedades? Todos deseamos un gobierno que cumpla las expectativas de sus gobernados, sin embargo, en una sociedad polarizada y no precisamente por los discursos de López, pareciera que el único punto de encuentro es el progreso social; en otras palabras, lograr un mejor estadío cada día, en el que el fruto del trabajo, las condiciones para fomentarlo y construirlo, la superación personal que nos lleve en conjunto a la formación de un Estado sólido y competitivo sea el quehacer diario de cada mexicano, pero seguramente estos anhelos millones de nosotros los tenemos catalogados como un sueño inalcanzable y peor aún, con las esperanzas puestas en que alguien más lo resuelva porque nosotros, personalmente nos sentimos incapaces de hacerlo. No hemos entendido que, como decía Abraham Lincoln, la democracia es el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” ¡Nosotros somos el pueblo! Nosotros podemos y debemos gobernar.
MORENA vive una turbulencia al interior para la elección de la presidencia y secretaría general de su partido, el PAN intenta pegar las piezas rotas de su gris actuación, el PRI agoniza, los demás partidos revolotean alrededor del festín político, alimentándose todos ellos con las miserias y desechos de lo que los demás ya no quisieron o simplemente vomitaron de sus filas. El reciclaje de políticos, ciudadanos al fin, como usted y como yo, es insultante. ¿Dónde está la oposición?, clamamos todos a voz en cuello, como si la oposición fuera responsabilidad de Felipe Calderón y la culpa del INE por haberles negado el registro.
Nosotros llevamos a López a la silla presidencial, a través del primer paso que fue la asistencia histórica a las urnas. Los seres amados que ya no están por la negligencia del Estado, la angustia que provoca la incertidumbre social de sentirnos a la deriva, sin rumbo, sin puerto, sin objetivos en vías al bien común, exige la participación de todos, el valor de escalar el siguiente peldaño de la democracia para cambiar el rumbo de las cosas. Y ese peldaño se llama participación ciudadana para construir entre todos el gobierno que merecemos.