Todos al nacer traemos una carga genética que determina en gran medida nuestra personalidad, pero está comprobado que nuestro entorno va modificándola.
Hace un par de años leí un estudio en el que se concluyó que si una personalidad tiende ya a ser poco paciente, intolerante y hasta agresiva, si el entorno en el que se desarrolla se caracteriza por ser falto de amor, de cariño, falto de paciencia, falto de comprensión y con rasgos violentos, su personalidad sólo se verá reforzada, mientras que si su entorno contrarresta esta tendencia caracterizándose por brindarle un ambiente sano, es más que posible modificar aquellos aspectos negativos.
Así que ese famoso dicho con el que titulo la presente columna está muy lejos de ser cierto.
Se nos suele decir seguido ¿no? “Esa persona no cambia, genio y figura hasta la sepultura”.
Pero yo nunca he estado de acuerdo con las personas que dicen eso y hace un tiempo durante una sesión de terapia, mi psicóloga me dio la razón.
Ella me explicó que sí es posible cambiar, solo que hay dos tipos de cambio; el cambio 1 y el cambio 2, los cuales explicaré:
CAMBIO 1: Son las acciones que llevamos a cabo para lograr un objetivo a corto plazo, como cuando queremos reconciliarnos con alguien, ya sea con la pareja o cualquier otra persona. Dicho cambio sólo dura un tiempo; puede ser unos días o semanas, pero no más. Es decir, ya alcanzado el objetivo se vuelve a la misma conducta.
CAMBIO 2: Es cuando las acciones que pusimos en marcha para lograr el objetivo del que les hablaba en el cambio 1 se mantienen ya por meses, incorporándose poco a poco de manera permanente en la vida de la persona, ya que notó que el cambio le brindó beneficios y cosas positivas que vale la pena conservar tanto para su bienestar como el de la gente que lo rodea.
Creo que todos solemos caer en el CAMBIO 1, pero de que podemos llegar al 2, claro que podemos.
Así que en definitiva claro que es posible cambiar, sólo se requiere de voluntad.
Lo sé, precisamente eso es lo que nos cuesta, tener voluntad, pero sí se puede.
Y nos lo vamos demostrando con el paso del tiempo.
Nadie es ahora como fue hace diez años, como fue hace cinco, ni siquiera como fue hace un año o hace medio.
Son las experiencias que nos van ocurriendo las que van marcando el paso de los cambios.
Es cierto que los golpes duros de la vida nos van haciendo más fuertes, porque nos hacen darnos cuenta de cuán capaces somos para afrontar lo que se nos presente. Cuando algo muy fuerte nos pasa, ¿acaso no nos decimos: si pude con esto, seguro podré con lo que sea?
¡Y el hacerse fuerte implica cambiar! Así que eso del genio y figura es puro cuento.
Es más fácil escudarse en esa frase que tratar de echarle ganas para modificar lo que se tenga que modificar de nuestra personalidad para vivir una vida mejor. Que conservaremos la esencia de quienes somos por supuesto, pero lo importante es que sepamos que está en nosotros cambiar lo que sintamos que es necesario cambiar.
A cada quien le llega su momento de decir: “ya es tiempo de hacer esto o el otro, de tratar de portarme de tal modo, o ya es hora de dejar de hacer aquello, de portarme así o asado”, pero de que todos y todas PODEMOS CAMBIAR, claro que podemos.
La terapia psicológica suele ser menospreciada, pero si por uno mismo no se logran los cambios que se requieren, acudir por un poco de ayuda da el empujón para realizarlos.
En mi experiencia así ha sido, pero para nada tomar terapia es una fórmula mágica que nos hará mejorar en un dos por tres como mucha gente cree. No; el trabajo es interno, de cada persona y cada quien tiene un proceso y un tiempo para ver los resultados.
Lo importante es tener la voluntad de primero reconocer que algo está mal y luego de trabajar en cambiar ese algo.
Así que desechemos de nuestro vocabulario el dicho aquel del título de hoy y mejor pongamos manos a la obra para ser cada día mejores personas.
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