De acuerdo con el INEGI (2016), el 66.1% de las mujeres mexicanas han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. La violencia emocional (49%), sexual (41.3%), física (34%) y económica (29%) son las más recurrentes, así lo dio a conocer Claudia Alonso González, responsable del Área de Género del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE) de la IBERO Puebla.
Asimismo reportó que se estima que de las 87,000 mujeres que fueron asesinadas en 2017 en todo el mundo, el 58% perdieron la vida en manos de sus parejas o familiares. 15 millones de mujeres adolescentes han sido obligadas a mantener prácticas sexuales forzadas en algún momento de sus vidas. Mujeres y niñas son el 71% de las víctimas de trata a nivel mundial; tres de cada cuatro con fines de explotación sexual.
Además, se estima que, por cada cien estudiantes universitarias, cinco han sido víctimas de violación; el 8.5% de ellas mientras estaban bajo los efectos de alguna sustancia cuando esto ocurrió.
“Cuando existe un episodio de violencia, ambas partes llegan en condiciones desiguales, lo que se constituye en la base que posibilita dichas conductas. Las violencias corren en la misma corriente que las jerarquías: de hombres a mujeres; de padres a hijos; de jefes a empleados. Esto implica que quien violenta cuenta con legitimidad social para su comportamiento”, así lo destacó la especialista.
Del mismo modo, consideró que la violencia se convierte en un mecanismo para perpetuar la desigualdad. “Entre más amplia es la jerarquía más brutal puede ser la violencia. La de género no solo responde a la vulnerabilidad de las mujeres, sino que hay todo un entorno social que debemos transformar”, precisó Alonso González.
Esto explica que la violencia sea considerada un atributo positivo de las masculinidades hegemónicas. El espacio público es concebido como una zona masculina, por lo que todo en él se constituye como de pertenencia de los varones. Además, en estos escenarios, la violencia se ejerce sin relaciones sociales previas, sino por la investidura que cosifica a la mujer.
Espacios educativos sin violencias
Las violencias no son estáticas: se generan en contextos que muchas veces no son explicados. La visibilización del acoso y el hostigamiento sexual son ejemplos de conductas que, gracias a la exposición masiva de casos, pueden ser estudiadas, entendidas y tipificadas a nivel jurídico.
“No es que el acoso aumente; es el reflejo de una cultura histórica que apenas encuentra eco y reconocimiento”, señaló la Dra. Galilea Cariño Cepeda, responsable del Programa de Prevención de Violencias de la IBERO Puebla. Aun así, la información no es suficiente para comprender los fenómenos debido a la descalificación, la censura y la diferenciación.
Pensar que la perspectiva de género permite centrar el interés en el diseño de políticas más eficaces, es buena intención, pero su impacto no ha sido el deseado. “No podemos generar programas eternos; se requiere un seguimiento y estudio de la transformación de las violencias”.