Los días y las semanas pasan sin que BBVA tenga la intención de devolverme los $1,020.00 que se quedó el cajero número MM2550 de Vía San Ángel.

Pasan los ocho días hábiles que me dieron de plazo para resolver mi queja; el 22 de octubre vuelvo a llamar y ahora me contesta la asesora Beatriz Salazar para indicarme exactamente lo mismo: el reporte queda exactamente igual, que no hay faltante y que mi queja no procede.

Me da por pensar mal: que posiblemente el empujarnos a dar tanta vuelta –de 8 en 8 días hábiles –tenga la finalidad de cansarnos hasta que nos parezca mejor renunciar a nuestro dinero «al fin que no es mucho».

Entonces creo que es hora de ir a la CONDUSEF.

Al día siguiente llego muy temprano para evitar las filas y una señorita me atiende afuera de las oficinas; me indica que debo hacer una cita por internet, pero «por la pandemia, ahorita las citas se están dando hasta dos semanas después»; regreso a casa pensando que he gastado en ir y venir a la CONDUSEF, mi tiempo, gasolina y mi esfuerzo, mi pensamiento, mi enojo de que este país funcione de manera tan torpe. Pienso en si vale la pena seguir persiguiendo los mentados $1,020.00 o mejor se los dejo y me quito de esta monserga.

Dicen los defensores del sistema que hay que reclamar, que hay que denunciar, que hay que alzar la voz (como si ello resolviera algo) pues aquí estoy reclamando para obtener nada.

Llego a casa y busco la dirección en internet; encuentro una opción que es presentar la queja de manera virtual, así que me enfrento con todos los pasos que hay que seguir en la máquina: «baje el formato, imprima el formato, firme el formato, suba el formato en PDF así como todos los documentos probatorios, también en PDF y explique a detalle su caso…”

¿Y las personas que no tienen una computadora, internet, una impresora, un escáner en casa? ¿Qué hay de quienes no entienden el lenguaje virtual?

Procedo y envío todo con pelos y señales; me dice una notificación que en unos cuatro días me llegará un correo; espero que se cumpla el período y llega el correo, es Carlos Alberto Avilés «de Atención Ejecutiva de la Presidencia de BBVA», dice que está para atender mi aclaración en CONDUCEF con número 2020/210/6609, que por favor le llame a tal teléfono. Le marco, me atiende Yadira Nava, me deja esperando y siete minutos después, puedo hablar con el Sr. Avilés; me confirma el número de aclaración.

Dice que está a mis órdenes para dar seguimiento a mi aclaración, que si mi nombre es tal, que si mi teléfono es tal, que si el cajero motivo de la reclamación es tal, que si bla bla bla.

A todo digo que sí, me desea buena tarde y quedo en espera, según dice, a más tardar el 20 de noviembre.

Llega el 20 de noviembre, más de dos meses después de que el cajero se quedó con mis billetes; hablo para dar seguimiento a mi caso y para mi sorpresa, en ese momento me llega un correo de la CONDUSEF, el cual dice que mi queja ha sido resuelta a mi favor, que puedo pasar a la sucursal que elegí a solicitar un cheque de caja a mi nombre; acudo de inmediato, me entregan el cheque y ahí mismo lo cobro.

Mis $1,020.00 están de regreso y no sé si molestarme con la institución bancaria por haberme hecho perder, tiempo, dinero y esfuerzo por un error de ellos, que en realidad deberían enmendar con algún tipo de indemnización –pudiera ser el 10 o 20 por ciento de lo que me retuvieron –, o agradecer que el dinero que casi di por perdido, nuevamente está en mi bolsillo.

He tenido la necesidad de seguir depositando en BBVA, pero a causa del atraco ahora, cada vez que lo hago, exijo que sea en ventanilla, aunque me quieran obligar a utilizar sus cajeros tragabilletes.

F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías

@ALEELIASG

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