¡Vaya noticia estimado Saúl!

Creo que el amor que llevas años profesando por los niños y el entusiasmo por impulsar a la juventud esta vez dejó al descubierto tus verdaderas intenciones, tu sed de poder y tu enclenque moralidad. Dudé mucho en dirigirte estas líneas, pero creo que en nombre del pasado y de la historia de Puebla debo dejarlas por aquí.  Decía Paulo Coelho “No es fácil ni importante volver al pasado y reabrir las cicatrices de allí. La única justificación es saber que ese conocimiento me va a ayudar a entender mejor el presente.» Y fuiste tú, quien comenzó a explicarnos el funcionamiento de la clase política desde las entrañas de las sociedades más pobres y marginadas.

Cuando vi la noticia de lo que ahora se te acusa y escuché los audios en los que rebotaba tu voz cavernosa, no pude evitar remontarme a mi querida comunidad de San José Xacxamayo.

Yo llevaba algunos meses de arduo trabajo intentando torcer el destino que parecía inamovible para los niños y jóvenes de la región del Tentzo. Había organizado a los padres de familia que con la cabeza agachada y envueltos en conformismo, se acercaban sumisos a la precaria telesecundaria de la comunidad para escuchar mis sermones a voz en cuello con los que intentaba convencerlos de asistir al bachillerato, en vez de pensar en conseguir una pareja, tener hijos y ampararse bajo los jugosos y rentables, políticamente hablando, programas sociales. Trabajamos con ahínco y dedicación para habilitar un saloncito que nos había prestado la gente de la comunidad, muy cerca de la preciosa y pequeña iglesia que corona siempre los lugares más recónditos de nuestro país. Allá, entre piedras y sequía logramos instalar 20 computadoras después de haber logrado colocar la instalación eléctrica. Comenzaba el sueño de los adolescentes de Xacxamayo por alcanzar un futuro mejor.

Movilicé a mis amigos, a mi familia, a mis cercanos. Hablé con ellos de mis intenciones y del profundo dolor que me provoca mi país al ser testigo de la decadencia educativa, del debilitamiento de la única y poderosa arma que nos llevará al progreso social y que se llama educación. Les hice saber la forma en que el poder político la ha secuestrado para manipular, ensordecer, y capitalizar de tal forma a la ignorancia hasta convertirla en una enorme masa que se moldea para lograr fines partidistas, no me cansé, puse manos a la obra y comencé a buscar la manera de ofrecer a esos chicos el siguiente escalón de preparación académica en sus vidas. Y entonces, un día, buscando la presidencia municipal de Puebla, por cierto, por el PRI, te apareciste. Acepto mi inocencia, muchos años y lágrimas me costaron entender que son muy pocas las personas que entienden la palabra altruismo, que están dispuestas a sacrificar familia, salud y patrimonio por los demás. ¿Por qué tendrías que pensar que yo iba a ser una de ellas? Era mucho más fácil verme como adversaria política.

Así que no perdiste tiempo y te lanzaste ferozmente en contra de mi persona. Nunca lo entendí, tu y yo apenas nos conocíamos manteniendo un trato cordial. Tu esposa era amiga mía y compañera de aulas, conocías muy bien a mi padre y a mi familia y sin recato alguno te diste a la tarea de dejar por los suelos la labor que hace ya diez años iniciaba con la Fundación ¿Sabías que…? IBP. Confundiste a la gente diciendo que el bachillerato era tu gestión y que el salón de cómputo tú lo habías instalado. Hoy me hace sentido, pues recuerdo que les ofreciste a algunos llevarlos a estudiar a Puebla, a la ciudad. Era lógico que tu ambición sepultara tus ideales políticos y aprovechando la fuerza de Morena brincaste de partido para colarte como diputado federal.

A mi no me dejaste más que mi palabra, la que mantengo firme y en alto, con la promesa a mi gente de que jamás me verán tras un hueso político. Gracias por seguirnos convenciendo de que desde nuestras trincheras ciudadanas, podemos dejar huella, sembrar y construir, sin tener las manos manchadas ni la honra mermada.

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