Alejandro Elías

En Santiago Moringo las cosas son así: la gente desde pequeña comprende que la conciencia humanitaria es fundamental para convivir, de tal forma que ser útil, producir y dar un poco de lo que se ha recibido, es uno de los conceptos que se tienen tan arraigados, que es difícil comprender que alguien se convierta en un ser egoísta que únicamente mira para sí sin importarle el bienestar común.

Incluso hay personas como Yara, una mujer de 71 años que no quiso estudiar (por decisión propia), y hoy está tramitando su pase a la eutanasia.

–¿Qué te llevó, Yara a tomar esa decisión tan radical? ¿De verdad estás dispuesta a irte de este mundo, así como así? ¿Estás cansada de esta vida? Perdona que te pregunte a bocajarro tanta cosa, pero me parece extraño que quieras morir voluntariamente.

–No soy yo la que quiere morir, es mi conciencia que comprende que no soy una mujer productiva; tengo 5 años pensionada, sé que no aporto nada a la humanidad y, por el contrario, soy una carga social que lo único que produce es basura.

–¿Podrías explicarme más a fondo lo que sientes?

–Tú conoces los principios por los que nos regimos en Santiago Moringo: somos gente que vivimos en pro de nosotros mismos, nuestras familias y comunidad. Cuando esto deja de darse, entonces es momento de dejar el paso a quienes vienen empujando detrás. No es un concepto científico, sino una decisión que nace del corazón.

Yara me cuenta que aún cuando no quiso estudiar, tuvo la fortuna de llevar un taller de costura por espacio de 30 años durante los cuales consiguió estar entre los cinco mejores del país: “tenía 30 costureras en mi plantilla de trabajadoras, la verdad amaba mi trabajo, pero también tuve el derecho de cansarme y hace 5 años decidí pensionarme. He vivido muy bien del fruto de mi trabajo, pero hace unos meses, viendo el recorrido que ha hecho esta pandemia de COVID por el mundo, comencé a pensar si era justo que yo viviera a costillas de quienes verdaderamente producen”.

Me cuenta que se preguntó durante muchas noches dónde estaban los billones de autos viejos que se habían fabricado a lo largo de la historia del automóvil y que ya no circulaban por el mundo; dónde estaban los más de siete mil millones de cepillos dentales que se tiraban a la basura cada dos o tres meses; a dónde iban a parar los envases de leche, sopa, refresco, agua, papel sanitario, servilletas, envolturas de galletas que todos los días cada uno de los habitantes de la Tierra tira.

Dice que entonces entendió que una de las generadoras de basura diaria era ella y que a cambio no proporcionaba ya nada para su entorno; sí, viajaba, paseaba, descansaba, pero en realidad ese tiempo que ocupaba en dedicarse a disfrutar, era una inversión de gasto y no de utilidad.

–Mi vida no tiene sentido si no beneficio a mis semejantes, de tal modo que pienso a menudo lo siguiente: consumo el oxígeno y el agua que puede servir para otro; genero toneladas de basura al año que podrían no estar contaminando el planeta; mis achaques me hacen una consumidora constante de medicamentos; contamino al transportarme al supermercado, al cine, cuando voy al centro de la ciudad, porque todavía manejo mi auto.

Quiero irme y donar mi pensión a una casa de asistencia, aquí se puede hacer y el dinero lo recibirían por los próximos 10 años.

–Me parece que estás en el extremo. Hoy el mundo está descubriendo cómo prolongar la vida y tú estás pensando en terminar la tuya.

–En Santiago Moringo tenemos una filosofía arraigada en nuestra conciencia y corazón: si no aportas a la humanidad, estás de más en este mundo.

F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías

@ALEELIASG

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here