Durante el año pasado, dado el confinamiento e incertidumbre que nos trajo la pandemia, las mujeres desafortunadamente fueron las más afectadas. A muchas les dieron las gracias. Sin embargo, es bien sabido y soy testigo, las mujeres mexicanas saben siempre cómo levantarse: 1.3 millones empezaron sus propios negocios.
Según la ASEM, el emprendimiento femenino representa el 11.2% del total de empresas en México, y conforme al Inegi, de tres a cinco pymes son lideradas por mujeres. Los números no son malos, sin embargo, nos falta mucho por recorrer.
Comencemos de a poco. Cada vez debe ser mayor la inclusión en las empresas, en los empleos formales, ya que estos al proveer de un sueldo fijo a sus colaboradores, en este caso a las mujeres, son una buena fuente de ahorro para aquellas que deseen dar el salto hacia el emprendimiento. Pero la realidad es que aunque los sueños sean grandes, las oportunidades son pocas. México ocupa el último lugar en igualdad de género laboral en América Latina. Así que por ahí debemos comenzar. Ojo empresarios poblanos.
Ahora, si desafortunadamente ya no cuentan con empleo formal y eso las llevó al emprendimiento, es importante reconocer la labor de algunas instituciones privadas como Konfío, Cartier o Mujeres Solidarias de la Secretaría de Economía. Sin embargo, estos apoyos llegan a muy pocas o desconocen de su existencia.
Los créditos financieros. En general, sólo 13 de cada 100 establecimientos logran obtener un crédito o financiamiento. Súmale que únicamente el 47% de las mexicanas tiene acceso a instituciones financieras y de ahí, que sólo el 10% logra constituirse como empresa. Ya no suenan tan grandes los primeros números, ¿verdad?
Lo anterior me lleva a otro punto: El tema legal. Alrededor del país a inicios del confinamiento escuchamos de apoyos para pymes para que no murieran en el intento. Pero nadie habló de las letras chiquitas. Para recibirlo, las empresas necesitaban contar con un alta ante la SHCP, en pocas palabras, contar con una empresa como manda la ley. Ok, ¿y si la recortaron y comenzó a vender pasteles con sus vecinos? ¿Cómo le hubiera caído esa lanita para comprar un horno, materia prima y al siguiente año estable y de comprobar que su negocio es negocio constituir su empresa?
Cuando Kamala Harris ocupó el segundo cargo administrativo más importante de nuestro país vecino, te contaba de la inminente necesidad de una inclusión en general para ver más mujeres liderando el mundo. En definitiva esta inclusión debe abarcar muchísimos campos, como el financiero. Si también le trabajamos por ahí, el igualar oportunidades nos traerá cambios benéficos en lo social y económico, desde la casa más pequeñita, hasta las naciones más grandes.
El empoderamiento empresarial de las mujeres es hoy una pieza clave para migrar a una sociedad más próspera e inclusiva. Es fundamental para un mayor desarrollo económico, social y hasta político de nuestro país.