*Por: Mtro. J. Leopoldo Castro Fernández de Lara

Todos queremos ser libres. Todos de alguna manera nos sentimos libres. Todos buscamos a través de nuestras acciones, pensamientos, emociones y elecciones ser libres… ¿somos libres? No hay espacio ni novedad en esta discusión cuando se plantea a nivel filosófico. Ya hay respuestas dependiendo del enfoque antropológico que más nos guste y en esta época todo es bajo demanda: lo que consumimos en las pantallas, a quien seguimos en las redes sociales, las conversaciones o incluso las personas que nos rodean todo está al servicio de las sensaciones y desde ahí se queda o se va como un intento de experimentar la libertad.

Cuando enfocamos este dilema desde el punto de vista del arte de vivir la vida (que es lo que nos interesa: ser felices o al menos no crear sufrimiento extra a lo que va llegando de manera natural) ingresamos a una dimensión en la que el debate filosófico ya no aporta tanto es necesario bajar esta información al cuerpo para poder entender de lo que estamos hablando. La libertad se constituye entonces como una potencia en la vida. Una posibilidad de existir de una forma u otra mientras buscamos un lugar en el mundo que se sienta propio.

El problema es que todos queremos ser libres y no pagar el precio que la libertad implica: la incertidumbre; el no saber qué pasará cuando dejamos de proporcionarnos soluciones a nosotros mismos desde los recursos/habilidades/aptitudes vigentes en el momento presente y que han implicado una construcción que nos da seguridad, comodidad y estatus.

La libertad es una conquista. La libertad no es una dimensión dual que implique absolutos (libre-no libre) y por lo tanto requiere una construcción paulatina que nos acerca poco a poco a un lugar desconocido (aquí la incertidumbre) y al que probablemente no queríamos llegar. Somos libres en la medida en que somos reales y para ser reales es necesario abrirnos a la verdad. Aceptar la verdad y abrazarla para que nos consuma con sus consecuencias.

Por ello en el evangelio Lucas nos dice que la verdad los hará libres. La verdad es lo único que da luz a nuestra oscuridad y no hablo de ningún criterio moral o religioso (ese es el nivel más bajo de toma de decisión e innecesario para quien está en la búsqueda real de sentido y verdad) sino de lo que es (lo que se recuerda en el corazón). A veces pensamos que tenemos que defender la verdad, pero esta es una pista- la verdad no necesita defensa, se abre paso sola y arrasa con todo (creencias, emociones, relaciones).

En este sentido la verdad nos libera mientras nos ilumina y arrasa con lo que no es verdadero en nosotros mismos. La dificultad de la libertad se da cuando buscamos ser más libresmás realesmás auténticosmenos apegados y consideramos que sabemos qué áreas, situaciones o personas son quienes nos impiden este movimiento. La libertad se abre paso ante cualquier relación, situación o vivencia. Lo único que podemos hacer es ser consecuentes con la verdad y el regalo que nos trae, a lo que nos invita.

La incertidumbre es parte necesaria de esta vivencia pues para disfrutar de la libertad y aceptar la luz de la verdad es necesario que soltemos lo conocido es posible que lo que hemos construido se sostenga en el tiempo o no, pero en última instancia eso será una consecuencia de la libertad que mueve nuestro mundo y nuestra realidad.

Es importante también entender que los movimientos de búsqueda de libertad inician en el corazón; nunca afuera, siempre adentro. Los cambios que suceden en nuestra vida son consecuencia del movimiento interno que nos abre a la posibilidad de soltarlo todo y aceptar la incertidumbre. Si yo decido modificar mis condiciones de vida (divorciarme, cambiar de pareja, renunciar al trabajo, cambiar de trabajo, cambiar de ciudad, etc) como motivación para ser libre estaré tomando una decisión superficial que me dificultará en el corto plazo atender lo que realmente estoy buscando.

La libertad se conquista en el corazón primero y se manifiesta en el mundo exterior después. De esta forma los efectos pueden ser los mismos o no- que si yo los provoco con decisiones que alteren lo externo pero la motivación es distinta. No estoy cambiando de trabajo por ejemplo- como una búsqueda de libertad sino como un resultado de ser más libre.

La libertad por tanto es resultado de una conquista interior. La libertad se crea mientras suelto en mi interior lo que me impide vivir en la verdad y eso inevitablemente se manifestará en mi vida.

El autor es académico de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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