HEDONISMO Y CULTURA

Perla Gómez Gallardo[1]

Una de las grandes preguntas y planteamientos filosóficos son los que tienen que ver sobre si los seres humanos tenemos libertad de elección o todo está determinado por la circunstancia que nos toca vivir.

Las dos visiones para establecer la responsabilidad en el derecho se refieren al determinismo y al libre albedrío. La persona debe o no ser responsable de las consecuencias de su conducta en función de contar con los siguientes aspectos:

Primero, la capacidad, entendida como el grado de aptitud que puede o no obtenerse (cuando se tiene alguna discapacidad mental o física que impide tener claridad sobre la voluntad que quiera manifestar) o perderse en el tiempo (cuando por algún accidente la persona ya no cuenta con la posibilidad de externar su voluntad válidamente). Nos referimos a la capacidad de ejercicio para hacer valer nuestros derechos por nosotros mismos y contar con la mayoría de edad que exige la ley, además de no carecer de la aptitud aquí señalada.

Segundo, la opción, difícilmente podemos tener libertad si estamos sujetos a la imposibilidad de las opciones, cuando no hay más que una (con la paradoja de que decidir no elegir es en sí una decisión y con ello una opción, que no es de toda válida) en estos casos se padece más la condición que la posibilidad que debiera manifestarse.

Tercero, decisión, de nada sirve contar con la capacidad y las opciones sino se lleva a cabo la elección, aquí se presentan casos en los que se puede paraliza una persona y abstenerse de elegir por el temor fundado de tener que aceptar las consecuencias de sus actos. Aunque como ya dijimos previamente, la no elección es una decisión y también tiene sus consecuencias, aunque no las desee la persona que se abstiene.

Finalmente, la información, sin ella es artificial la opción y la elección no es realmente una manifestación de la voluntad. Este aspecto es la base del sustento y permanencia del poder, sin la información podemos ser manipulados y carecer de elementos para tomar decisiones correctas que nos permitan mejorar nuestra calidad de vida.

Como se aprecia, la ausencia de cualquiera (o todos) de los cuatro elementos ya referidos nos lleva a un determinismo en donde no cabe exigir cuentas a una persona que carece de responsabilidad de sus actos que fueron viciados por esa carencia.

Más allá de la responsabilidad jurídica, está la que tenemos frente a nosotros mismos, nuestra familia y nuestro entorno social, de manera artificial, pretendemos que es la circunstancia la que no mueve o que sean otras personas quienes tomen las decisiones por nosotros para poder evadir la consecuencia y poder asignar la culpa a quien se atreva a tomarla. Es más “cómodo” dejar que otros asuman, evadir lo que después se pueda convertir en culpa y de manera incongruente exigir lo que no podemos asumir a otras personas. Justificar en nuestra historia de vida, en los casos complejos y echar la culpa frívolamente hasta el tráfico, para argumentar el por qué no debemos responder de nuestros actos.

El libre albedrío es la evidencia más viva de la existencia en plenitud, en la autoconciencia de nuestros actos y responsabilidades, pero también el temor de no asumir consecuencias, de reconocernos seres humanos que podemos errar y aprender y corregir en un ciclo permanente de imperfección. Lamentablemente la soberbia y la vanidad le ganan a la nobleza de espíritu, más veces que las que quisiéramos admitir.

Twitter @TPDI

[1] Profesora Investigadora Titular C de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa. Catedrática de Licenciatura y Posgrado en la Facultad de Derecho UNAM.

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