Es abril y el calor ya es insoportable en varias partes de España. Los termómetros han llegado casi a 39 grados en Córdoba y eso que es abril; el temor de la población es que, en agosto, la temporada de estío sea infernal.
La sequía ha dejado de ser una amenaza para convertirse en una realidad que ha tomado por sorpresa sobre todo al gobierno que preside el socialista, Pedro Sánchez. Los agricultores claman ayudas y advierten que, de afectarse su cosecha por la aguda ola de calor y la falta de lluvia, una lechuga podría costar el triple de su precio actual.
A la gente de a pie le preocupa que no hay un plan B porque el gobierno en estos momentos está más ocupado en llevar una campaña efectista de cara a las elecciones municipales del próximo 28 de mayo. Los sondeos le dan la victoria al Partido Popular en Valencia y en Málaga; y el triunfo del PSOE en Barcelona.
Sin lugar a dudas, estas elecciones serán un catalizador de cara a las generales de 2024 en las que el mandatario Sánchez pretende ganar y quedarse otros cuatro años al frente del gobierno de España. Pero no será nada fácil.
Con las elecciones encima, por supuesto que cunden las promesas electorales se habla de vivienda, de mejorar el salario; la calidad de vida o el acceso a la educación o al mercado laboral.
Pero nadie promete garantizar que en España, la población seguirá teniendo acceso al agua; nadie promete que, si no llueve y sigue prologándose la sequía, los agricultores tendrán el vital líquido para sus cultivos.
Es como si hubiese una realidad paralela y no una urgencia real y alarmante: no llueve en la península ibérica y las temperaturas en abril ya son sofocantes. ¿Por qué no hay una propuesta por parte de alguno de los candidatos? ¿Por qué no entra el tema de la sequía, la desertificación y la falta de lluvia en la agenda de los candidatos y en la del presidente Sánchez? Este es uno de los grandes desaciertos del gobierno socialista.
El cambio climático es ya inevitable y claramente evidente a más no poder en nuestras vidas. Los estragos que está provocando son una alerta para los seres vivos… llegó para quedarse y recrudecerá.
El meollo es que España no está preparada para confrontar el hecho y quizá sea la misma tónica dominante en el resto de Europa; y es desesperante porque los embalses bajan, los ríos pierden el nivel de su cauce y hasta las aguas caudalosas del Rin tienen problemas para la navegación por su bajo nivel.
A COLACIÓN
No solo es el agua dulce. También la temporada de incendios que coincide con las sequías, los bajos caudales, la ausencia de lluvia y las elevadas temperaturas.
Sin un plan B, el país ibérico está a merced de los caprichos del cambio climático que año con año recrudecen pero nadie está preparado para prevenir y actuar. Lo único que persiste es la capacidad de sobrerreacción: si hay un incendio se apaga… sino llueve y baja el agua dulce, la respuesta pasa por los cortes de agua a la población.
Ya sucedieron el año pasado, en diversas partes de la geografía ibérica primordialmente en el sur, en áreas de Andalucía, y no se descarta que este verano vuelvan los cortes; una auténtica pesadilla para la población.
Justo el sur está llamado a convertirse en tierra árida, una extensión digamos del Sáhara con temperaturas más secas y menos mediterráneas fundamentalmente similares a África.
Se trata de un pronóstico advertido por los expertos en cambio climático que trabajan con simuladores del clima a partir de diversos mapamundi. Lo sorprendente es la ausencia de reacción por parte de los grupos políticos en el poder, desde la esfera municipal hasta llegar a la Moncloa; como si el problema no fuese con ellos.
España se seca pero ninguna esfera de poder gubernamental hace nada. Vamos rumbo a mayo y los agricultores llevan desde finales de febrero apanicados por la ausencia de lluvia y llegaremos a agosto, con el problema a flor de piel y tampoco se hará nada. Una cosa es el impacto del cambio climático y otra, la ineptitud y la falta de visión de las personas que están ejerciendo el gobierno.