Si el gobierno de Luis Miguel Barbosa Huerta y el de su señora, María del Rosario Orozco Caballero, su mano derecha, hubiese sido una administración sensible, sencilla, efectiva, productiva y noble, su corriente y herencia política, sin duda, habría trascendido.
Sin embargo, no fue así.
Y no lo dice quien esto escribe, sino los representantes de cada sector de la sociedad, de cada poder del estado, incluso en los tres niveles de gobierno y hasta de los medios de comunicación.
Con excepción del grupo al que benefició, el cual incluía representantes también en los distintos espacios públicos y privados.
Tal como sucede en cada gobierno y/o administración que llega al poder.
Nada que sorprenda o que espante.
Aunque, eso sí, hay de gobiernos a gobiernos.
Allí está el bartlista, el melquiadista, el marinista, el morenovallista y ahora el barbosista, el cual, para desgracia de los suyos, empezó mal y terminó de la peor forma porque apenas les duró unos cuantos años el mandato.
Eso sí, los años que ordenó y mandó en Puebla el barbosismo lo hizo con intensidad y agudeza.
Aplicando aquello de “a los amigos la ley y gracia, y a los enemigos la ley a secas”.
Porque Miguel Barbosa, un reconocido político de talla nacional, al que no se le iba ninguna, no gobernó al cien por ciento.
Administraba el estado con limitaciones, con ayuda de su esposa Rosario y de sus más cercanos colaboradores, cosa que tampoco era un secreto.
Su burbuja, hay que decirlo, era celosa y cerrada.
Tenía su propio equipo de reporteros y medios, quienes se encargaron de atemorizar, aterrorizar y cobrar cuentas con los adversarios de todos los sectores.
Barbosa gobernaba de oídas y de las recomendaciones que le hacía su compañera de vida, con quien, dicen, había que quedar bien para poder lograr cualquier solicitud que se le formulara.
Dependía mucho de ella que pasara o no la petición que se le hacía a Barbosa.
Porque el exgobernador no era malo, ni mucho menos un político incapaz sino todo lo contrario.
Lo malo era la gente que lo rodeaba, porque era la que influía en las decisiones que tomaba.
Me pregunto ¿por qué Julio Huerta Gómez, por ejemplo, nunca estuvo en el radar mediático, de importancia y de operación efectiva en los años mozos de Barbosa?
Es más, si la supuesta confianza del entonces gobernador estaba asentada en Julio entonces ¿por qué el actual funcionario no fue el gobernador sustituto?
Eso le habría convenido incluso al hoy gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina, quien habría sido el aspirante natural de Morena al gobierno en 2024.
El caso es que Julio Huerta, durante el tiempo que vivió su primo, se mantuvo apartado de las cámaras y los reflectores, junto con su entonces pareja de operación en tierra, Eric Cotoñeto Carmona, quien fue expulsado del barbosismo por comerse el dinero público a puños.
En muchos casos. Miguel Barbosa no sabía ni siquiera a quién se contrataba en las distintas dependencias de gobierno, ya se enteraba cuando despedía al personal por inepto o por incurrir en casos de corrupción.
Y los ejemplos de esto son tantos que faltaría espacio para mencionarlos.
El estilo de gobierno barbosista empezó a crear monstruos y muchos Frankensteins, los cuales, tras la muerte de Barbosa, se quedaron enquistados en el actual gobierno.
Y lo peor, se quedaron con la idea de que las cosas seguirían igual de rupestres como antes.
Por supuesto, Sergio Salomón tuvo que aplicar una limpia en el gobierno porque muchos barbosistas, quienes le juraron amor eterno cuando llegó, pensaron que seguirían haciendo y deshaciendo por el simple hecho de haber acarreado gente y repartido volantes en la campaña barbosista.
En pocas palabras “que seguirían siendo dueños del estado” por herencia de su líder.
Uno de estos, José Luis Nájera Muñoz, titular del Colegio de Bachilleres del Estado de Puebla (Cobaep), quien apenas si sabe leer pero como le cargó el bastón al exgobernador entonces le dieron su premiesote.
Por cierto, en breve les contaré algunas de las varias locas aventuras de este sujeto, quien muchas veces decidía quién podía y quien no hablar con el gobernador Barbosa.
Los barbosistas se van a ir de espaldas.
Y es que el exmandatario los malacostumbró porque a sus más allegados los dejó hacer y deshacer a sus anchas.
Tal vez por eso ahora el reducto barbosista quiere volver por sus fueros.
La presencia de Doña Rosario Orozco en San Nicolás de los Ranchos, junto al edil de la región, Gumaro Sandré Popoca, es el mejor ejemplo de que los barbosistas desean recuperar y arrebatar algo que creen que es de su propiedad, el gobierno del estado.
Por ello, recientemente, se reunieron Guillermo Pacheco Pensado, hijo del exgobernador Guillermo Pacheco Pulido; Verónica Vélez Macuil, titular del SET; y José Luis Nájera, con la viuda de Miguel Barbosa, a fin de formar un nuevo grupo para supuestamente impulsarla y lograr su regreso al mando de gobierno.
Y todo porque, según ellos, los barbosistas tienen derecho.
Es más, al tal Gumaro Sandré, a quien antes nunca pelaron los barbosistas, le prometieron apoyarlo en su reelección con tal de que organizara el evento de entrega de cubrebocas y agua en las faldas del Popocatépetl para hacer lucir a Rosario Orozco.
A propósito, me aseguran que la escolta de la viuda de Barbosa la sigue pagando el estado, y que a todos aquellos que la critican les echa en cara el supuesto apoyo que su marido les dio.
Ver para creer.
¿Qué no pensarán que sus entuertos le faltan al respeto al gobernador Sergio Salomón?
¡Vaya pelmazos!
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