Por: Alfonso González
Si la traición, el cinismo, el descaro, el sindicalismo charro, el corporativismo y la indecencia moral pudieran representarse en un político y en una sola persona, sería, sin duda, en Leobardo Soto Martínez, líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en Puebla.
Un líder charro en toda la extensión de la palabra.
Un personaje que se ha perpetuado en la CTM por sus pistolas, al puro estilo del oeste.
Porque Don Leo ya echó raíces en su gremio, su mina de oro y el mejor de los negocios que ha hecho en toda su vida.
No cabe duda que la “defensa y representación” de los trabajadores te puede hacer millonario.
Y es que Soto Martínez además de líder sindical también es constructor, consultor, político, publicista y hasta porrista.
Eso sí, ha logrado amasar fama y fortuna por dos vías: la CTM y el PRI.
Porque Don Leo es un líder charro que se enfunda el traje partidista que más y mejor le convenga, según el gobierno en el poder.
Lo mismo trató, hizo negocios y obtuvo obra con Mario Marín Torres, el “gober precioso”, ex priista, a quien ni tardo ni perezoso le levantó la mano cuantas veces pudo y quien actualmente se encuentra preso por haber detenido y encarcelado ilegalmente a la escritora y periodista Lydia Cacho Ribeiro.
Lo mismo hizo con Rafael Moreno Valle Rosas, el ex mandatario panista que falleció junto con su esposa Martha Erika Alonso Hidalgo, la primera exgobernadora también de Puebla, en un accidente aéreo en aquel fatídico 24 de diciembre de 2018.
Leobardo Soto siempre se desvivió en halagos para con todos estos gobernantes, a quienes les dijo que eran los mejores y a quienes les juró, como Juan Gabriel, amor eterno.
Y todo por la obra y el dinero; ah, perdón, y dice que también por beneficio de los trabajadores.
Sin embargo, el líder charro de la CTM actuó de la misma forma una vez que Luis Miguel Barbosa Huerta, el primer gobernador de la 4T, asumió el poder en Puebla tras la muerte de los Moreno Valle.
Entonces, nuestro flamante sindicalista de mil colores no se anduvo con rodeos y se metió en su papel de palero y benefactor de la 4T, por aquello de las cochinas dudas.
El caso es que Soto Martínez ha hecho de la traición, la ambición y el interés propio sus prioridades y modus vivendi.
Como ya es costumbre, hizo a un lado al PRI, al partido que le ha dado todo, para poder acomodarse como un esquirol más de uno de los aspirantes a la candidatura de Morena al gobierno del estado, Julio Huerta Gómez.
Y eso no es todo, ayer que Leobardo le organizó a su nuevo gallo una reunión con disque 100 líderes sindicales, volvió a ser víctima de sus instintos más bajos acusando públicamente ahora al edil de Puebla capital, Eduardo Rivera Pérez, de no haberle dado obra.
Cosa que reprobó porque dijo que ya tenía con el presidente apalabradas al menos 4 obras, las cuales no le fueron entregadas disque por estar apoyando al ex titular de gobernación.
Según él, ese fue su error.
Es decir, su apoyo a Huerta pareciera que es sólo por despecho, y porque no le cumplieron con la obra.
¿Y a eso cómo carajo se le llama?
Igual que sigue traicionando a su partido cuantas veces se le pega la gana, Leobardo Soto ahora pretende chantajear al gobierno de la ciudad.
Ello, a pesar de que su hijo, Leobardo Soto Enríquez, es regidor gracias a la negociación entre el PRI y el edil capitalino.
Evidentemente, la vergüenza no es mejor cualidad del charro de mil colores.
Pobres trabajadores, los de la CTM, que tienen que aguantarlo.
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