En 2024, México reporta una tasa de desempleo históricamente baja; con un 2.5% en el primer trimestre y un leve aumento al 2.9% en julio, lo que representa a 1.8 millones de personas desempleadas, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Este descenso respecto al año anterior parece positivo, sin embargo, diversos factores revelan un panorama laboral más complejo, pues uno de los principales problemas a enfrentar, es la alta informalidad laboral que afecta a más del 55% de los trabajadores en el país, mismos que carecen de seguridad social, prestaciones de ley y salarios dignos; condiciones que limitan su calidad de vida y su desarrollo profesional.

Además, el INEGI indica que el 32.42% de los desempleados poseen educación media superior, universitaria e incluso posgrados, lo que refleja un desajuste entre las habilidades de los trabajadores y las demandas del mercado.

Esta desconexión lleva a que muchas personas con altos niveles de formación profesional, se enfrenten a dificultades para encontrar empleo formal o adecuado a su preparación, siendo la bien conocida “sobrecalificación”; un fenómeno recurrente que afecta a quienes poseen habilidades superiores a los requisitos de los puestos disponibles, generando frustración para el profesional, mientras que en las empresas se registran altas tasas de rotación laboral.

En sectores como el periodismo y la locución, esta problemática se agudiza entre profesionales con años de experiencia y constante capacitación en tecnología, redes sociales y otras áreas esenciales, quienes encuentran barreras para acceder a empleos formales debido a la preferencia de contratar personal con menores expectativas salariales.

Hagamos una acotación necesaria: México continúa siendo uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.

Desde el año 2000 y hasta octubre de 2024, se han registrado 168 asesinatos de periodistas, una cifra que evidencia no solo la inseguridad, sino también el abandono estructural de una profesión que enfrenta múltiples desafíos, incluyendo la precariedad laboral y la (otra vez) “sobrecalificación”.

A pesar de su formación y experiencia, muchos periodistas y locutores en nuestro país, no logran acceder a empleos que hagan justicia real a su experiencia, ya sea adquirida por estudios y preparación constante u obtenida empíricamente por el paso del tiempo, en el que han desarrollado su actividad profesional.

Las empresas que utilizan como pretexto la posesión de conocimientos y experiencia por encima de lo que se requiere para el puesto, sólo hacen uso de una artimaña gramatical para contratar personal menos calificado y reducir costos, dejando fuera del mercado laboral a quienes han invertido en su educación, lo que no solo disminuye la calidad de la información, sino que también agrava la problemática laboral en el gremio, ya de por sí afectado por la violencia y la falta de protección.

La desconexión entre las habilidades adquiridas y las oportunidades laborales genera entornos hostiles para quienes, además de estar “sobrecalificados”, enfrentan bajos salarios, falta de prestaciones y un riesgo constante al desempeñar su trabajo.

Así que, la también llamada “sobrecualificación”, lejos de ser una ventaja competitiva, se convierte en un obstáculo para las y los profesionales de la voz y de la información, pues terminan subutilizando sus competencias o desplazándose hacia sectores menos riesgosos pero igualmente precarios.

Podría plantear nuevamente (y seguro sumado al pensamiento de muchos colegas), que el periodismo y la locución requieren un replanteamiento urgente para que se valore su preparación académica y de experiencia en campo, que les permita garantizar su seguridad y se les ofrezcan; condiciones laborales dignas, que no solo es una cuestión de justicia, sino una necesidad para asegurar la calidad de la información y fortalecer así la libertad de expresión, en un país donde ambas están gravemente amenazadas.

Pero ya mejor ni lo planteo, porque sería tanto como exigir (a quienes corresponda), que no se aprovechen de la nobleza que caracteriza a quienes ejercen ambas profesiones: la locución y el periodismo.

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