Con la intención de exaltar las grandes aportaciones en el ámbito de la arquitectura, el Premio Pritzker anunciará el martes 4 de marzo a la o el ganador de la 47ª edición de este codiciado y ambicioso galardón.
Establecido en Estados Unidos por Jay Pritzker y su esposa Cindy Pritzker, este premio ha sido eje crucial de lo que se entiende (popularmente en el gremio), como el éxito de una trayectoria arquitectónica, un reconocimiento que implícitamente contiene no solo una aportación significativa a la disciplina, sino que también testifica la cercanía del arquitecto con las figuras más influyentes y poderosas de la época.
Esto se deja ver desde la raíz del premio, desde los cimientos en los que este fue concebido. La familia Pritzker es una de las más ricas del mundo. Pero como todo caso de éxito, el imperio Pritzker se ve manchado por diversas demandas y acusaciones que acompañan a este apellido desde el siglo pasado; el influyente círculo familiar arrastra una larga y pesada cadena de señalamientos que parecen no resonar en la moral de quienes aceptan el galardón que anualmente se otorga.
Arrancando en 1979 con el arquitecto estadounidense Philip Johnson, la lista de los arquitectos acreedores a este premio fue durante los primeros 25 años exclusivamente masculina, rompiendo esta secuencia la arquitecta iraquí Zaha Hadid, en 2004. Es decir, es evidente la reivindicación de este galardón en términos de género, sin embargo, tan solo 5 de las 46 ediciones han contemplado a la figura femenina. ¿Será esta edición una arquitecta la que contrarreste esta desproporcionada lista?
Si bien la entrega de este premio no celebrar la arquitectura del país de origen del ganador, es interesante analizar que países como Rusia no puedan presumir de un Pritzker y, por otro lado, Japón, cuya extensión territorial es 45 veces menor, puede sentirse honrado con sus ocho veces seleccionados nacionales. En el caso de México, celebramos orgullosamente al único premiado de este reconocimiento; en 1980 el arquitecto tapatío Luis Barragán trajo desde Washington la estatuilla de premiación diseñada por Henry Moore. Esta puede verse en la que es probablemente su obra insignia, su casa-estudio ubicada en la Ciudad de México.
En Puebla, el Museo Internacional del Barroco fue encomendado un año después de que su arquitecto japones, Toyo Ito, ganara este reconocimiento; o por el contrario, puede experimentarse un fortuito golpe de inversión, tal y como le ocurrió al Museo Jumex, obra del arquitecto inglés David Chipperfield, quien tras 10 años de finalizada esta obra fue acreedor a este galardón.
Al no existir una lista de nominados, el jurado mantiene secretamente a las y los arquitectos que se contemplan para este premio, dando paso a que diversos medios especulen sobre quiénes pueden ser llamados sorpresivamente con la noticia de haber obtenido lo que muchos consideran “el Nobel de la Arquitectura”.
¿Qué puertas abren el camino hacia el Pritzker y cuáles otras se abren a partir de este? Si bien las críticas hacia este reconocimiento no son pocas, lo cierto es que este funge como el más reconocido y anhelado para los entusiastas de la arquitectura.
¿Es el Premio Pritzker la voz de la verdad en la arquitectura?, ¿Qué otros factores e intereses intervienen a la hora de definir al ganador? Esperemos el resultado de este martes abone a la resolución de estos y otros cuestionamientos.
Con gusto atenderé sus comentarios al correo: jp.arquitextos@hotmail.com