Pocas fechas son tan merecidamente emotivas, y tan burdamente desvirtuadas, como la celebración a las madres.  Por principio, y un tanto a contracorriente de otros países que las celebran en fines de semana (en los EE.UU. es el 2do. domingo de mayo), en México lo hacemos los 10 mayo por lo que, salvo excepciones como la de este año, la celebración de las mamás suele ser un reto logístico tanto para lugares de trabajo, festejadas, festejantes y restaurantes.

Pero eso, es lo de menos.  Lo realmente complicado es cómo el marketing reduce un concepto que ha sido descrito como el amor más puro y desinteresado que, asimismo, representa la continuidad del ser humano en el planeta, a la venta de tarjetas, electrodomésticos o la repetición ad nauseam del playlist de Denisse de Kalafe, impidiendo reconocer lo diverso y complicado que es ser madre en México.

De acuerdo con el INEGI, de 33.7 millones de mujeres entre 15 y 49 años contabilizadas en 2023, 6 de cada 10 se identificaron como madres. De este total (21.2 millones) el 27.5 por ciento estaba en localidades rurales, el 6.8 por ciento hablaba lengua indígena y 3.3 por ciento presentaba alguna discapacidad.  De manera relevante, el porcentaje de adolescentes entre 15 y 19 años que han sido madres fue del 7.7 por ciento; mientras que el de aquellas entre 20 y 24 años fue del 36.2 por ciento; para las de 25 a 29 fue de 62.6 por ciento; y para las de 45 a 49 años, fue del 90.9 por ciento.

Definitivamente, ser madre no debe ser una tarea fácil.  Todas y cada una, se merece todo nuestro reconocimiento, cariño y admiración.  Sin embargo, como sociedad, creo que las honramos más con menos gestos superfluos y, en su lugar trabajando para que haya menos adolescentes embarazadas y para reducir el océano de desigualdad que separa a una madre indígena en una comunidad rural de otra en un centro urbano del país.

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