La pobreza, con todas sus tragedias, ha acompañado a la humanidad desde el surgimiento de las primeras sociedades complejas y estratificadas. En contraste, la desigualdad, y la posibilidad de trascenderla, son fenómenos modernos, asociados al humanismo y el liberalismo como ideologías predominantes y, a decir del filósofo Alain de Botton, una de las principales causas de ansiedad y malestar en la vida[1].
De manera burda pero ilustrativa, si en el Medievo no nacías señor feudal o parte de la nobleza, independientemente de tus esfuerzos, toda tu vida la ibas a vivir como un siervo, porque era el designio divino. Con el humanismo y el liberalismo que suponen que, más allá de las características que nos hacen únicos e irrepetibles, todas y todos los humanos tenemos los mismos derechos y oportunidades, el mejorar las condiciones de vida en las que nacemos y ofrecerle otras, aún mejores, a nuestra descendencia, dependen del esfuerzo individual y el no lograrlo, u observar como otros aparentemente sí, nos atormenta y frustra.
En honor a la verdad, más allá del esfuerzo y las capacidades individuales, acceder a mejores condiciones de vida y mayores oportunidades, depende en gran medida del entorno institucional. Dado que normalmente esta realidad está ausente de la discusión pública, el esfuerzo hecho por el Centro de Estudios Espinoza Yglesias (CEEY), bien conducido por el muy destacado economista poblano Roberto Vélez, para publicar su informe “Movilidad social en México”, es de aplaudirse.
De acuerdo con el Informe 2025[2], si México es un edificio de 10 pisos, en el 1 y 2 viven quienes tienen menores ingresos y educación y el 9 y 10 son el penthouse en el que vive la élite. El 50 por ciento de quienes nacen en los pisos 1 y 2 mueren ahí; 2 logran avanzar hasta el 3 o 4; a 1.5 les alcanza para llegar al 5 o 6. ¿Y al penthouse? Ahí sólo llega el 2 por ciento de quienes nacen en los pisos 1 y 2.
Trascender en México está fuertemente determinado por las diferencias regionales. El 31 por ciento de quienes nacieron en los pisos 1 y 2 de las regiones centro y norte, mueren ahí; por su parte, en la región sur nacen y mueren en los pisos 1 y 2 el 64 por ciento, es decir, el doble que en el centro-norte.
Si bien las instituciones del sur del país juegan en contra del crecimiento económico y la movilidad social, de manera no sorprendente pero ofensiva y lacerante, algo similar sucede con las mujeres en México: por cada 3 hombres nacidos en los pisos 1 y 2 que llegan al 9 o 10, sólo una mujer lo logra.
Siempre he creído que el talento no conoce de códigos postales. Sin embargo, generamos entornos llenos de barreras para que las mexicanas y mexicanos de talento, trabadores y con el legítimo deseo de superarse, no lo logren.
¿Hasta cuándo? Junto con ellas y ellos, perdemos todos.
[1] DE BOTTON, ALAIN, “Status Anxiety”, Pantheon Books, New York, 2005.
[2] MONROY-GÓMEZ-FRANCO, LUIS ÁNGEL y VÉLEZ GRAJALES, ROBERTO, “Informe de movilidad social en México 2025: la persistencia de la desigualdad de oportunidades”, Centro de Estudios Espinosa Yglesias, México, 2025. Link: https://ceey.org.mx/informe-de-movilidad-social-en-mexico-2025/