Por más de 16 años, Cristóbal Monarca Arce ha trabajado entre tumbas, flores secas y recuerdos. Su jornada inicia antes del amanecer: a las seis de la mañana se levanta para llegar al Panteón Municipal de Puebla y comenzar su turno a las ocho. Su labor consiste en mantener limpio el lugar, escarbar fosas, podar el pasto y retirar la basura que se acumula en las 16 hectáreas que conforman este histórico camposanto.
“Mi trabajo es muy variado”, cuenta. “A veces nos toca escarbar tumbas, otras veces podar o recoger hojas. Es pesado, pero alguien tiene que hacerlo”.
Durante la temporada de Día de Muertos, el ritmo aumenta. De acuerdo con cifras oficiales, entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre el Panteón Municipal recibe más de 100 mil visitantes que acuden a colocar flores, veladoras y ofrendas a sus difuntos. En 2024, más de 120 mil personas ingresaron al recinto.
Sin embargo, mientras las familias recuerdan a sus seres queridos, Cristóbal y sus compañeros trabajan para mantener el orden y la limpieza. “En estas fechas quisiéramos estar también con la familia, poner ofrendas, hacer lo propio de Todos Santos… pero nos toca estar aquí. Estamos para servir”, comenta.
El Panteón Municipal de Puebla, uno de los más antiguos y grandes del estado, alberga miles de historias. Actualmente tiene 37 mil 617 fosas, de las cuales solo 78 están disponibles, lo que representa una ocupación del 99.86 %. Por ello, el gobierno municipal implementó un programa de recuperación de espacios ante la saturación del lugar.
Cristóbal recuerda los años en que todavía operaba la fosa común. “Teníamos que bajarlos cuidadosamente. No es porque sea un desconocido y se aviente a una persona. Aunque no los reclamen, aquí se les da su lugar”, relata.
Entre el silencio del camposanto, hay momentos que todavía lo sorprenden. “A veces escuchamos pasos o ruidos y no hay nadie. Es como si hubiera un mal aire o un espíritu”, dice con naturalidad.
Su trabajo, asegura, le ha enseñado a mirar la muerte con respeto. “Aquí se aprende que todos, sin importar quiénes seamos, llegamos al mismo lugar. Solo tratamos de que descansen en paz”, afirma antes de continuar con la poda del pasto bajo el sol de octubre.
Mientras los visitantes preparan sus ofrendas, Cristóbal sigue trabajando entre flores marchitas y lápidas antiguas. En el Panteón Municipal de Puebla, donde la vida y la muerte se cruzan cada día, él es uno de los guardianes silenciosos que mantienen viva la memoria.




























