Hay mucho en juego: no solo vidas ante la amenaza de un nuevo coronavirus, también está el prestigio científico por mostrarse pionero ante un patógeno que lleva seis meses provocando estragos en los seres humanos con consecuencias colaterales -como las cuarentenas y la hibernación económica- para frenar la velocidad de transmisión entre las personas.

            En la competencia subyace igualmente un interés pecuniario porque la patente de una vacuna eficaz contra el Covid-19 traerá consigo miles de millones de dólares para su creador y para el fabricante;  con el menoscabo de que podría utilizarse como una nueva arma de división y de confrontación en un mundo de por sí ya alambicado.

            ¿Otro roce en puerta? António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lleva largos meses intentando apagar fuegos por la vía de la conciliación con resultados infructuosos; intuitivo, se adelanta un paso, a lo que vendrá una vez sea confirmado el descubrimiento de una inmunización certera.

            “El Covid-19 es la mayor crisis de salud pública de nuestra generación y por ahora no existe una vacuna que lo prevenga, pero cuando la haya será necesario un espíritu solidario mundial que garantice que toda la gente pueda obtenerla”, enfatiza Guterres.

            Desde Nueva York, sede de las Naciones Unidas, su titular lanza casi una petición clemente pidiendo “una vacuna del pueblo” contra el coronavirus disponible para “todos los habitantes del planeta”.

            Y es que en la carrera por la vacuna va también la penitencia que podría ahondar las brechas entre los países más industrializados, los emergentes y los menos desarrollados; Guterres teme que las primeras en inmunizarse sean las personas de los países más prósperos y que al último lleguen dosis a las naciones africanas.

            Eso implica tiempo y dinero, un timing  que abriría un intervalo de entre uno a seis años, como diferencia entre una persona vacunada contra el coronavirus en Estados Unidos y otra en Malí.

            Conocedor del hecho de que la lucha contra el patógeno salido desde Wuhan puede abrir un nuevo abanico de discriminación, Guterres pidió solidaridad durante su intervención en la Cumbre Mundial de GAVI, la alianza público-privada para la vacunación.

            El encuentro virtual que tuvo a Reino Unido como país anfitrión y al que  fui invitada,  contó con la participación de diversos líderes mundiales y también de una representación del mecenazgo privado que orienta sus esfuerzos a llevar vacunas a aquellos lugares con sistemas sanitarios públicos endebles.

            Hasta el momento, según información proporcionada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) hay diez laboratorios con proyectos registrados en fase de investigación en búsqueda de la vacuna contra el SARS-CoV2: la más aventajada es la Universidad de Oxford con un convenio con Astrazeneca  para producir múltiples dosis a partir de septiembre próximo de su vacuna, registrada bajo la patente ChAdOx1-S.

A COLACIÓN

            Los otros nueve laboratorios en liza, en el grupo de los diez más precoces en la investigación de la inmunización contra el coronavirus, figuran cinco laboratorios chinos, tres estadounidense y uno alemán.

            También aquí en este renglón, China quiere dar cuenta de su enorme poderío eclipsando a la maquinaria científica norteamericana, la pugna hegemónica entre ambas naciones llena de suspicacias, acusaciones, recelos, sanciones mutuas, batallas entre multinacionales tecnológicas y una reabierta carrera militar con modernos equipos no escapa del terreno de lo científico y la pandemia es otro reto para demostrar quien tiene más músculo.

            China tiene ante la OMS cinco proyectos para hallar la vacuna del SARS-CoV2 está posicionada  en segundo sitio –va en la fase dos- para la efectividad de su vacuna probada por Cansino Biological Inc., con sede en Beijing y el Instituto de Biotecnología; su experimentación está registrada como Adenovirus Type 5 Vector.

            En tercera posición figura Moderna, de Estados Unidos, en fase 2, con su proyecto RNA y que el presidente norteamericano, Donald Trump, por momentos alaba destacando que serán los primeros en obtener la inmunidad contra “el virus chino”; aunque no ha dejado de apartar 300 millones de dosis a la Universidad de Oxford por si acaso,  los británicos son los que,  en definitiva, producirán la vacuna una vez pasado el verano.

            Hay que seguir esta pugna interesante, mientras la ONU y la OMS, piden vacunas para todos, sin discriminación; del otro lado,  Reino Unido, China y  Estados Unidos libran un pulso multimillonario.

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