El empresario Emilio Azcárraga Vidaurreta estuvo implicado desde un principio en el proceso de comercialización de la televisión, apoyó fundamentalmente los experimentos de Guillermo González Camarena y fue de los primeros en solicitar una concesión ante los gobiernos de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés entre 1944 y 1949.

La primera concesión se otorgó a la empresa Televisión de México, propiedad de Rómulo O’Farril, dueño del diario Novedades con las siglas XHTV canal 4; en 1951 inició sus transmisiones la estación XEWTV canal 2 de la empresa Televimex SA, propiedad de Emilio Azcárraga Vidaurreta y en 1952 inició transmisiones  XHGC canal 5, concesionada a Guillermo González Camarena. Tiempo después estas tres empresas se constituyen en la empresa Telesistema Mexicano, encargada de administrar y operar las emisoras, no como concesionario, con lo cual pudieron evadir el artículo 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que prohíbe las prácticas monopólicas en el país.

A partir de ahí se comienza a desarrollar el sistema televisivo en México en todos los aspectos, producción de contenido, el técnico, ya que el objetivo era tener alcance en todo el país, y de inversión, ya que sus producciones comenzaron a venderse en Latinoamérica y Estados Unidos, principalmente novelas.

La Ley Federal de Radio y Televisión que se publicó en 1960 coincide con el documento que elaboró la Asociación Interamericana de Radiodifusión. Los concesionarios mexicanos tuvieron un papel muy activo en el proceso con el apoyo de varios diputados (Televisa, el quinto poder, 1989).

Desde entonces se han entretejido una serie de acciones, asociaciones y operación política para poder extender el poder de la empresa Televisa, que nació en 1972, cuya influencia ha llegado a ser determinante en muchos sentidos, como el hecho de poder decidir quien sí y quien no podía anunciarse en dicha empresa, lo cual podía llegar a significar la marginación y debacle o el encumbramiento y éxito, además de estar siempre cerca de la figura presidencial en turno.

Más allá de la calidad de sus contenidos, cada paso que ha dado el consorcio ha sido para acumular poder e influencia así como para mantener una audiencia cautiva, sus actividades se encuentran prácticamente en todos lados: cine, radio, televisión, revistas, prensa, teatro, espectáculos y un largo etcétera, para llegar a esto ha sido clara la complacencia del Estado y una población que tal vez ha sido limitada por las circunstancias, sin acceso a otras opciones en el mundo del entretenimiento, en un sector inundado totalmente por esta empresa, a pesar de que siempre se han encontrado con opositores y férreos críticos.

Las operaciones político legislativas para tener leyes a modo han sido conocidas como Ley Televisa, caracterizadas por los beneficios que obtiene la televisora y muy pocos beneficios para la audiencia, la más reciente, la del pasado jueves, en que se aprobaron reformas a la disposiciones de 2016, que garantizaban que la gente se pudiera quejar de los contenidos de los medios, cambios avalados por el PRI, Partido Verde y PAN.

El evidente apoyo de la televisora al entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto y el devastador avance de los medios digitales, son el antecedente más reciente que enmarca la renuncia de  Emilio Azcárraga Jean como director general, quien no ha logrado superar el axioma de su padre de “televisión para jodidos” y se ha visto superado por la competencia que al igual que él, muchos no vieron venir.

Las nuevas generaciones han puesto en serios aprietos a Televisa, al estar más sintonizados con los medios digitales que los contenidos de esta empresa, la que ha hecho numerosos esfuerzos por recuperar clientes y audiencia, como varios sorprendentes movimientos en su barra noticiosa y de entretenimiento, despidos, ha puesto fin a exclusividades, todo sin un éxito notable, hay quienes expresan que va en picada.

También es de tomar en cuenta el proceso electoral que se avecina, si bien el consorcio ha logrado lo que se propone, la realidad es que los televidentes, como dije líneas arriba, sobre todo los más jóvenes son los que están haciendo la diferencia, pues la empresa ha salido desgastada del anterior proceso electoral por la presidencia y su crisis de credibilidad se ha acentuado. El mismo medio que le ha quitado el control sobre su clientela, es el mismo que ha abierto un abanico de posibilidades de entretenimiento e información al público, quien ya tiene numerosas opciones para leer noticias, recurriendo no solo a medios nacionales, sino también a los extranjeros.

No auguramos que Televisa retome el control sobre los telespectadores, pero sí como público (a quien le interese) debemos pedir mayor calidad de programación y que ésta sea apta no sólo para competir en el mercado latino, sino que sea de clase mundial para poder subsistir como una empresa más en el país, pero nunca nuevamente como hegemónica.

Por su parte, el Estado debe estar más de parte de la gente, en defender sus derechos y su formación, ya no se puede esperar que Televisa y TV Azteca logren el control sobre la opinión pública, descártenlo, ahora lo que se espera de un medio de comunicación es una información real, cercana a la gente si es que quieren lograr algún tipo de permanencia en el mercado.

Pareciera que no, pero muchos de los televidentes tomamos en cuenta todos estos antecedentes antes de escoger un canal de televisión o un medio para informarnos, y cada vez somos más.

 

Retroalimenta: malo_en@hotmail.com

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