Juan Villoro llegó sin plan preconcebido. No avisó como lo haría, solo llamó para decir el lugar y la hora en que sucedería, y así fue. A su llegada, inmediatamente los reporteros, salidos de quien sabe dónde, empezaron con el acoso. Villoro se mostró amistoso y gracias a un niño que conocía y que andaba por ahí les dio la vuelta. Después, y viendo la poca planeación sobre cómo se daría el conversatorio, propuso la manera de presentar a la gente que estaría en la mesa. Primero, dio oportunidad a las Concejalas de identificarse y hablar, ya que es el Concejo Indígena de Gobierno (CIG) quien lleva la voz cantante. Lo hicieron en su idioma y luego explicaron en español lo que dijeron. De lo que se trata es de cambiar la realidad, una realidad en crisis, una crisis que incluye también a la esperanza. Justo en ese momento nos percibí arrinconados, como quien se esconde, en busca de una sombra y con ganas de dialogar para cambiar el rumbo de nuestros pasos, de nuestra tierra, de nuestra cultura, en fin, de México. Imaginé, que así fue la discusión entre criollos para encontrar la independencia en el siglo XIX.

Gracias a esta campaña, es decir, gracias al movimiento que busca la candidatura de la indígena Marichuy, los de abajo, los indígenas, los campesinos, los más pobres, tienen el espacio para poder hablar, para expresarse como igual. La más joven de las Concejalas a nivel nacional mencionó: “Esta es una voz humilde, para corazones humildes”. Más adelante, cuando le tocó el turno a Villoro, este habló de la apatía actual militante, es decir, de la gente que se esfuerza por ser apático, principalmente los jóvenes, pero al mismo tiempo ha notado que han surgido energías renovadoras de los que menos tienen. El CIG por ejemplo, ha ideado una manera novedosa de participación en las elecciones, con decisiones horizontales, luchando por el país que puede ser y no el que ya es. Villoro comparó este esfuerzo del CIG con el argumento chileno después del terremoto más devastador en la historia de la tierra: “Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo” y elogió la sabiduría indígena de la que por cierto, mencionó, no hemos aprendido ni un comino.

Y es que, ¿de qué otra cosa podríamos hablar sino? diría Teresa Margolles, el conversatorio rondó por los problemas actuales de un país en donde mujeres, reporteros, activistas o jóvenes son asesinados en total impunidad. ¿Y qué hacemos? Por ahora charlar, encontrar afinidades y aceptar diferencias. Organizarnos. Cambiar la idea de “sociedad” por la de “comunidad”. ¡Llego la hora del florecimiento de los pueblos! Un mundo donde quepan muchos mundos. Finalmente, nos contó Juan Villoro: “López Velarde escribió en la Suave Patria: -¡México: Vendedora de Chía!- y en alusión al poema Borges le preguntó a Octavio Paz -¿A que sabe la chía?- y este le contestó -A tierra-”.

Marichuy decidió ser a los doce años vendedora de pepitas (una semilla semejante a la chía), cuando se dio cuenta que su padre era engañado y explotado por su patrón. Más adelante se hizo experta en medicina natural y defensora de los Derechos Humanos. Actualmente, apoyada por el Concejo Indígena de Gobierno, quien la hizo su vocera, pretende registrarse como Candidata Independiente, pero ha sido discriminada por el sistema económico, pues este no pudo otorgarle una cuenta de banco, requisito indispensable para su registro, porque sospechan que es miembro de la organización “Antorcha Campesina”.

Por otro lado, para recabar las firmas del registro de candidatos independientes, el INE, ha diseñado una plataforma para celulares sofisticados y reunir con ellos las firmas, teléfonos que por cierto, se encuentran en reducidos contextos de nuestro país. Pero Marichuy y el CIG no se acongojan y en voz de otros, como Juan Villoro en este caso, continúan su recorrido para extender la idea principal de la campaña: “Organízate”. Como experta en medicina natural, Marichuy curó a su madre y hoy, se piensa echar al hombro, la tarea de poder curar a México.

artodearte@gmail.com

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