“Lo he visto todo. No obstante, ahora no se trata de lo que he visto sino de cómo lo he visto”.
Anton Chéjov
… No sé Poesía: No se esconden en las cuevas de mi ser, no huir a la vida. Rompe los barrotes invisibles de mi prisión, abre las puertas de mi ser – a cabo… Sale a la lucha (La vida es lucha) los hombres por ahí llame por usted, y usted, poesía también es un hombre. Ama la poesía de todo el mundo – ama a los hombres perder sus poemas para todas las razas, de todas las cosas. Confundido conmigo… Ir, Poesía: Toma mis brazos para abrazar a su mundo, dame tus brazos para abrazar la vida. Mi poesía soy yo.
Amílcar Cabral
Hay muchas maneras de contar una revolución. La Revolución Rusa, para ser más preciso, fue representada por Eisenstein en la película El acorazado Potemkin -(1925) película basada en hechos reales, acontecidos en el puerto de Odessa, durante la semana del 26 de junio de 1905. Los marineros del acorazado Potemkin, hartos de malos tratos y de verse obligados a comer alimentos en mal estado, deciden sublevarse. Los marineros del Acorazado soportan las pésimas condiciones de vida, como toda la población rusa, que vive bajo el dominio del Zar. Estrenada en 1925, la primera década después de la Revolución rusa, constituye un rescate de la importancia del Potemkin en el proceso de la revolución fallida de 1905, antecedente de la revolución triunfante de 1917. La película logra lo que aspiraba, entregar en imágenes, el sufrimiento de un grupo de trabajadores, obreros. Para todo levantamiento y hartazgo hay un antecedente, y este fue el que antecedió a la Gran Revolución Bolchevique. Las imágenes, nos muestra como vivía el pueblo bajo el régimen asesino zarista. Con la maestría del director, todo lo que vemos es lo que el director necesita mostrar. Un blanco y negro imponente, plagado de imágenes con un tinte realista en un clima asfixiante.
El joven Marx escribe su manifiesto motivado por un tiempo en plena trasformación, en la víspera de un nuevo mundo, que transformó y configuró un pensamiento, emancipador, del cual los ideólogos de la Revolución Rusa y posteriormente otras revoluciones, utilizaron sin miedo. El joven Marx entiende que el desarrollo industrial traerá muchísimas complicaciones a la clase obrera y beneficios a la burguesía de turno. El proletariado es la mano de obra barata, explotada y resignada al nuevo ese nuevo orden. Marx ve ese síntoma, lo vive, lo percibe y lo plasma en sus escritos.
El fantasma del comunismo recorre el mundo… dice Marx. Durante el siglo XX, las ideas de Marx inspirarían revoluciones en Rusia, China, Cuba y muchos otros países donde el grupo dominante fue derrocado y los trabajadores se apoderaron de la propiedad privada y los medios de producción. Y cada revolución necesita de revolucionarios y revolucionarias dispuestos a llevas la teoría a la praxis. Lenin, Trotsky, Stalin fueron los protagonistas de la gran Revolución Rusa. El mundo no se cambia solo pensando, se cambia con hechos que se materializan en acciones reales. El Manifiesto Comunista es un texto vital, aunque pasen los años, el texto se adecua en cada coyuntura. Textos fundamentales, lucidos que no dejan de perpetuarse con el correr de los años. Los textos de José Martí, soñando la independencia de Cuba.
Los cambios sociales, surgen en la unión y organización de voluntades, personas capaces de renunciar a sus propios intereses, para poder ser parte de una lucha por la igualdad de derechos y condiciones. Ante sociedades alienadas y tiempos infames, siempre habrá hombres y mujeres dispuestos a caminar el mundo con la paciencia del caracol, las alas de las aves, la fuerza del león, la lucha nunca se extingue. El sufrimiento a la desigualdad y a la explotación, se siente por igual. Así surgirán manifiestos, diferentes maneras de comunicar, de luchar por un territorio que nos incluya, en el todo. Hoy nos toca vivir, tiempos muy complejos. Cada sociedad deberá hacer su trabajo, desenterrar la historia, releerla, ir a contrapelo, cada día, para trasformar la realidad. No se trata de reproducir lo existente, ni sostener ni legitimar el statu quo. Kandinsky decía: cada obra es hija de su tiempo. Así son las revoluciones, hijas de su tiempo. A Eisenstein le alcanzaron 170 planos para justificar una revolución entera. A Marx, papel y tinta, a Lenin un corazón humano demasiado humano, a Fidel las convicciones que lo mantuvieron inquebrantable hasta la victoria siempre. Y lo lograron. Esas fueron sus herramientas, en medio del desierto, el cuerpo fue su herramienta de protesta y sublevación.