Andréi Tarkovski fue un importante e influyente escritor y director de cine ruso. Primer cineasta soviético en recibir el León de Oro de Venecia. A lo largo de 25 años de carrera, realizó solo siete producciones cinematográficas, que sin embargo, fueron hechas con una alta exigencia creativa y marcaron con ello la historia del cine. Sus teorías en el arte y el cine fueron recopiladas en el libro “Esculpir en el tiempo” publicado en 1988, en donde reflexiona, en un tono casi chamánico, muy religioso, sobre el arte, pero también sobre la estética y la poética del cine.
En este libro Tarkovski nos habla de la función del arte y como este está enlazado con la idea de conocimiento, una forma de efecto que se expresa con conmoción o catarsis. Para el ruso la humanidad está condenada a la búsqueda eterna de la verdad, pues cuando aparece “la cima de la creación” es decir el hombre, en la tierra, este se hace dueño de ella y en su evolución, traza un camino a la vez tormentoso en el proceso del autoconocimiento.
El arte y la ciencia son dos formas de apropiarse del mundo y de conocerlo hacia la “verdad absoluta”. Pero el arte moderno entro a un camino errado de actividades excéntricas y egocéntricas, por tanto, afirmaba el director soviético, los creadores deben pagar un diezmo por el “don” casi milagroso de ser artista, ya que el hombre moderno no se sacrifica. Tarkovski propone que las condiciones de la lucha que el artista debía enfrentar son: Fe en sí mismo, disposición para servir al arte y falta de compromisos externos. Es decir, ser un “ciervo del arte”.
Por otro lado Tarkovski afirmaba que la imagen artística siempre es un símbolo, en el que se encierran lo terrible y lo bello. El arte es un metalenguaje (un lenguaje que habla del mismo lenguaje) en el que la meta creativa debe ser la comunicación interpersonal. Comprender el arte significa recibir su belleza a nivel emocional o incluso “supra” emocional. La finalidad del arte consiste en preparar al hombre para la muerte, conmoverle en su interioridad más profunda. El artista es un libre prisionero de las artes, Escribe: “El poeta no describe el mundo, el mundo es suyo” y utiliza una cita de Thomas Mann para describirlo: “El genio no es libre. Libre es todo lo impasible. Lo que tiene carácter no es libre, sino que está marcado por el propio sello, condicionado y preso…”
Una obra maestra, es para el gurú ruso, “un juicio –en su validez absoluta- perfecto y pleno sobre la realidad”, si una obra de arte tiene un valor jerárquico a los ojos de la masa, de la mayoría, solo debe ser por el resultado de las circunstancias casuales, esa obra, en realidad, tuvo suerte con quienes la interpretaron, pues el hombre para Tarkovski normalmente busca la confirmación de su propia opinión, y por eso también recomienda pensar a Engels cuando dice: “cuanto más escondidas estén las intenciones del autor, tanto mejor para el arte”. Andréi suponía que el arte no enseñaba nada a nadie, “durante cuatro mil años no se ha podido enseñar nada a la humanidad” afirmaba.
Tarkovski paso mucho tiempo bajo la estricta vigilancia de las autoridades soviéticas, que temían que sus filmes no siguiesen los lineamientos del Partido Comunista, por tanto tuvo un visión oscura de su tiempo, escribió: “La moderna cultura de masas -una civilización de prótesis- pensada para el «consumidor», mutila las almas, cierra al hombre cada vez más el camino hacia las cuestiones fundamentales de su existencia, hacia el tomar consciencia de su propia identidad como ser espiritual”. Andréi Arsénievich Tarkovski murió en 1986 a la edad de 54 años, en una Isla de Francia, alejado de su tierra natal, dejando un importante legado para el mundo del arte.
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