«La política no puede traer felicidad duradera a las personas, cuando no puede responder a la angustia y al dolor que resultan de la incertidumbre frente a su futuro» –Antonio Sola-
La vida sigue
Los aspectos que ocupan la agenda mediática en nuestro país están abocados al proceso electoral: la pugna de los actores políticos; la tendencia de las preferencias electorales; la última encuesta; las declaraciones; la guerra sucia; los pactos tras bambalinas; la remoción de personajes; los spots publicitarios; la cobertura de las campañas, etcétera.
Pero hay una realidad de la que no escapamos la mayor parte de los ciudadanos y que tiene que ver con problemáticas cotidianas que se han agravado en las últimas décadas y que, a los políticos, sólo les interesa cada vez que se acerca un proceso electoral. Luego de lograr la meta se olvidan de sus promesas de campaña.
Inclusive, hay quienes se mofan de esa capacidad que tenemos los ciudadanos de olvidar y perdonar la amnesia de la clase política, dicen que los mexicanos somos de memoria corta, y por ello, las conductas de la clase política que, son demagogia pura, se repiten de forma cíclica.
Inseguridad
Ya que hablamos de problemas cotidianos, vale la pena recordar que hace algunas semanas el gobernador de Tlaxcala, Marco Mena, de forma atinada reconoció la necesidad de emprender acciones para garantizar la seguridad de los ciudadanos tlaxcaltecas, dado el crecimiento de la delincuencia en la entidad. Ello significa, el reconocimiento de que no vivimos en un paraíso terrenal y que el problema de la inseguridad ha ido en aumento y es un tema de urgente atención.
En sus declaraciones habló de cuidar las zonas limítrofes con otras entidades; mayor inversión; arcos de seguridad; el trabajo de fuerzas conjuntas; acreditación de policías y, por ende, el mejoramiento de sus elementos.
De entrada, me parece fundamental que se reconozca que hay problemas en materia de seguridad, porque recuerdo que, en algunas administraciones anteriores, el discurso estuvo plagado de autoelogios y el afán de mostrar a Tlaxcala como el lugar más seguro de todo el país. Situación que contrastaba con un problema que ha ido en aumento en las últimas décadas a nivel nacional y del que nuestra entidad no está exenta.
No es suficiente y el reloj sigue corriendo
El tiempo es implacable y hay acciones que deben trascender los discursos políticos mediante la implementación atinada de una política pública, en materia de seguridad, que brinde certeza a los ciudadanos. No bastan las declaraciones sino están acompañadas de acciones concretas que se reflejen en una percepción positiva entre los tlaxcaltecas.
Es urgente que la actual administración, encabezada por Marco Mena, concrete algunos proyectos que dejen precedente en la memoria de la ciudadanía a quien se le ofreció gobernanza, seguridad y justicia.
Las manecillas del reloj siguen corriendo, los tiempos se acortan y más, cuando la mayor atención está concentrada en asuntos electorales, que si bien, son de gran importancia para nuestro país, no deben convertirse en distractores del proyecto de desarrollo para nuestro estado.
“Guachicoleo”
Igual que la contaminación o algunos problemas ambientales, el de la inseguridad, no tiene fronteras, porque representan fenómenos cuya complejidad va en aumento y rompe con esas barreras fronterizas de índole político.
El fenómeno del “huachicoleo” y, todo lo que trae consigo, es un asunto que no debe descuidarse porque, el ambiente social, se comenzó a enrarecer de manera marcada, sobre todo, en aquellos municipios en donde se ha identificado la ordeña de ductos, la presencia de la delincuencia organizada y la colusión con autoridades.
Apenas fuimos testigos de lo que ocurrió en San Martín Texmelucan en donde se implementó un operativo en el que se detuvieron a policías municipales por estar -aparentemente- coludidos con “guachicoleros” de la zona.
Un asunto que, aparentemente, está focalizado en algunos municipios podría afectar seriamente a Tlaxcala. Y es que habitantes del municipio poblano señalan que la vida se ha transformado por la llegada de la delincuencia organizada y la pelea entre dos grupos: los Z y el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) que se disputan la plaza; el “levantamiento” de personas; la entrada de comandos armados; la muerte de ciudadanos que no están involucradas en el “guachicoleo” y hasta un toque de queda a partir de las 23 horas en los que ya no circulan casi vehículos, es lo que se vive en San Martín.
Bares de la zona han cerrado sus puertas y colocado anuncios con la restricción de un nuevo horario. La psicosis ha ido en aumento a partir de la circulación -a través de redes sociales- de una “cadena” en la que se dice que el próximo 7 de mayo habrá toque de queda a partir de las seis de la tarde.
Inclusive, docentes de San Martin solicitaron -mediante oficio- al Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, sección 51, que se suspendan labores el próximo siete de mayo por las amenazas de enfrentamiento entre grupos delincuenciales.
A pie de página
Hay asuntos impostergables, pese a la efervescencia del ambiente electoral. El de la seguridad lo es, por lo que no se debe bajar la guardia.
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