Escrito por: Daniel Hernández Hernández

Uno de los principales aspectos a considerar en materia de desarrollo urbano y particularmente, en lo que respecta a la vivienda, es determinar si el modelo de ciudad que está en constante crecimiento, responde a las necesidades de sus habitantes o las necesidades de éstos se subordinan a las de los mercados inmobiliarios y sus agentes. En general, las ciudades en nuestro contexto latinoamericano no cuentan con espacios suficientes, disponibles y accesibles para cubrir dignamente las necesidades de la población que demanda vivienda, principalmente la de recursos bajos. En consecuencia, las implicaciones por el agotamiento del espacio disponible para la atención de las necesidades sociales, ha sido históricamente un problema, con sus diversos matices y complejidades en diferentes épocas de crecimiento y desarrollo de las ciudades. En este sentido, pudiera parecer ocioso señalar que los efectos de los procesos de urbanización actuales, tienen un fuerte impacto en las áreas rurales por la falta de prevención de reservas territoriales para diversos usos del suelo, donde las zonas de cultivo se están incorporando cada vez más a usos urbanos, especialmente para viviendas de interés social, lo cual trae como consecuencia, entre otras, impactos negativos en la producción de alimentos y afectación a los recursos forestales, entre los más visibles.

Ese proceso de transición en la ocupación del suelo disponible rural a urbano, ha provocado un desplazamiento de la vivienda del centro de las ciudades a las periferias, lo que presiona en mayor medida el uso habitacional sobre tierras que eran de uso agrícola, fenómeno que se reproduce y genera la expansión física de las ciudades de manera desordenada, anárquica, irregular y desprovista de condiciones mínimas para la población expulsada que se establece en busca de un espacio para vivir mejor.

La expansión física y la cobertura del espacio para vivienda, no se realiza de manera homogénea, principalmente por la distribución de la tierra disponible; pero también, debido a los hábitos de especulación de poseedores de tierras en transición o periféricas, lo que provoca la creación de espacios vacíos o vacantes, quedando sujetos por inercia propia de los mercados inmobiliarios y por decisiones subjetivas de los propietarios de dichos espacios, a procesos de apropiación de plusvalías que el poder público genera para beneficio de particulares, pues como tal las administraciones de gobierno no tienen como prioridad implementar políticas de recuperación real de plusvalías, ni mucho menos para conminar a los dueños de predios baldíos a mantenerlos con buena imagen urbana.

Por último, resulta pertinente señalar un aspecto que es frecuente de observar en diversos espacios, donde los desarrolladores de vivienda, ante la escasa o nula vigilancia y exigencia por parte de la autoridad para que cumplan con las normas y reglamentos de construcción, sobre todo, de vivienda social, para que la vivienda cuente con los espacios necesarios que proporcionen condiciones dignas para vivir y puedan desarrollarse en armonía en los aspectos psicológicos, económicos, sociales y educativos para una mejor sociedad.

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