Aprovechando que el día de mañana la mercadotecnia estableció como el festejo de la “amistad y el amor”. Me puse a reflexionar acerca del primer concepto y valor, y más acerca de aquellas personas a las que nos gusta tener muchos amigos para compartir vida, experiencias, tiempo, alegrías y tristezas, triunfos y derrotas. Porque son importantes e incluso muchas veces imprescindibles en nuestro recorrer por la vida.
Pues resulta que la amistad es una relación humana con un valor muy especial. Y en ocasiones, más importante que la familia y el trabajo mismos, Al saber que vale la pena le dedicamos tiempo y esfuerzo. Pero por qué tener amigos. La respuesta más simple sería: para no estar solos, pues en ocasiones sentimos soledad incluso estando rodeados de gente. Pero en lo personal, diré que son para vivir y disfrutar la vida. Ya Aristóteles sentenciaba… «Sin amigos, nadie querría vivir aun cuando poseyera todos los demás bienes…». Porque la amistad para este filósofo era «lo más necesario y preciado para la vida». Por ello, cuando oímos decir que: «Un amigo es un tesoro», no podemos permanecer indiferentes, pues sabemos o intuimos que nuestro amigo vale más que nuestro peso en oro.
Por eso escribo esto en esta fecha desde mi punto de vista, totalmente comercial. Pues la gran valía e importancia que puede implicar tener un amigo que me ayuda a saber qué esperar, qué dar, a dónde ir, qué satisfactores encontrar y la constancia o permanencia que tendrá. Y va más allá de un oneroso presente para esos seres que por cierto no son pocos, que me soportan y comparten sus afectos con este humilde mortal.
Pero basta ya de cursilerías. Líneas arriba dije que algunos nos esforzamos en hacer amigos. Y ese esfuerzo del que hablo, es necesario porque las cosas no surgen solas, requieren de compromiso, fe, esperanza, lealtad y reciprocidad. Por ello la amistad no se forza, ni se exige. Es natural y casi siempre circunstancial, cual don divino.
Cuando aparece entre dos personas el deseo de compartir, de comunicarse, de contar lo que llevamos, de conocerse a fondo, de estar juntos sin mediar palabra. Porque se vislumbra la posibilidad de hacer una nueva amistad, profunda, sincera y verdadera, que aporta y llena por fuera, pero más por dentro, porque sentimos que el espíritu se hincha y crece. Es ahí que nuestra vida cambia, porque una vez compartido con él o ella, le da un nuevo valor a lo vivido. Y le da razón y valor a la relación; al interesarnos por lo que decimos, pensamos, hacemos, sentimos y vivimos en lo cotidiano y personal de cada día. Aquí lo importante no es lo que se cuenta, o lo qué pasa; sino que lo tuyo es nuestro y lo mío es de ambos.
Desde mi adolescencia he tenido la oportunidad de experimentar la presencia de grandes amigos, con quienes después de muchos años, batallas y conflictos juntos, disfrutamos y nos queremos tanto o más que con nuestra propia familia de sangre. Pues se presentaron circunstancialmente en mi vida y se convirtieron en columna vertebral de la misma. Nombres puedo asentar muchos, de quienes recibo, recibí y recibiré su afecto, compañía y apoyo, pero temo incurrir en omisiones por ser muchos los que están en ese caso. Cierto estoy que con todos ellos ha sido increíble contemplar el mundo, lo que lo hizo especial y se convirtió en un verdadero privilegio.
Afirmo sin temor: que la amistad es una bendición porque implica vivir una vida paralela, viviendo dos veces al momento. Reafirmando nuestra propia existencia al encontrar aceptación plena por estar juntos. La comunión del espíritu existente entre los amigos, ese denso dar e intenso recibir, ese vivir sin dar explicaciones porque está de más. Esa apertura del yo y del súper yo, se convierte en un cheque en blanco, al que los griegos calificaran como regalo de los dioses.
Muchos pueden pensar que merecen tener más amigos que otros, pero en el fondo, la amistad es algo que difícilmente se llega a merecer. Hay quien tiene disposición para la amistad. Pero para tener amigos no todos somos aptos.
Algo que he aprendido en mi vagar por la vida, que no se puede decidir en qué momento tendré otro amigo o quién será amigo. Pues reitero no es para todos, ni con todos esa química. Sino que es la empatía, esa sintonía especialísima, fina e imperceptible, la que nos permite lograr esa comunión y ver con la misma visión el mundo. Por ello, disfrutemos de nuestros amigos a pesar del tiempo, la distancia, y los problemas. Al final de cuentas siempre seremos AMIGOS. Porque eso es simplemente… Dar de sí, antes de pensar en si.
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