En diversas ocasiones he hablado de la familia, y hoy quiero volver hablar de ella, porque si realmente queremos que nuestra sociedad se vuelva a humanizar, usar no a conveniencia los valores o con una doble moralidad, sino como lo han precisado los estudiosos. Debemos recuperar y utilizar el valor de la familia, por ello permítanme invitarles a recordar…: que todos provenimos del seno de una familia, sin importar el tamaño, condición social, económica ni de ninguna otra especie. Y lo principal, que no existe la mínima oportunidad para que hayamos elegido en cuál de ellas vamos a nacer. Sin embargo, en todos los casos éste será nuestro primer grupo de referencia por el simple hecho de haber nacido ahí. Por tanto, será también la primera escuela de donde abrevaremos el aprendizaje para nuestra socialización.

Y así, con el transcurso de tiempo se irán integrando otros grupos a nuestra vida, entre ellos la de la familia extensa, en la que se incluyen los abuelos, los amigos de nuestros padres, tíos, primos, nuestros amigos y/o compañeros de la escuela desde el maternal hasta la universidad, los equipos deportivos o artísticos en los que participamos, nuestros compañeros de trabajo, y obviamente nuestra pareja, y eso que estoy limitando a esos grupos sociales en los que regularmente nos unimos o nos unen circunstancialmente, por conveniencia o por gusto. Y en los que necesariamente estaremos aprendiendo día a día. Es en ese proceso de socialización en el cual el hombre se convierte en una persona pensante y parte de la sociedad.

Esto no obsta para que olvidemos que es nuestra familia la primera y única que se tiene que ocupar y encargar de EDUCARNOS, toda vez que es en ella en la que se aprenden reglas, normas y valores de conducta que tendremos que utilizar precisamente cuando tengamos que movernos en el mundo exterior. Y al referirme a Reglas y normas, me refiero a aquellas elementales de convivencia como la de hacer uso de nuestra libertad sin invadir la del vecino. O a la capacidad de compartir y dar lo que se tiene, o la posibilidad de no querer para otros lo que no se quiere para sí. O a no envidiar lo que le pertenece a otros, o aún más simple, a escuchar o ayudar a aquel que lo requiera, lo que generaría un mejor entendimiento de la sociedad. Sin dejar a un lado esos valores que parecieran no existir como la constancia y el esfuerzo, o aquellos como la compasión, el reconocimiento del otro, la justicia o la tolerancia a la frustración.

Considero importante resaltar, según mi percepción como algo natural, no solo de lo anterior se tiene que ocupar nuestra familia, pues es vital se ocupen de la satisfacción de las necesidades como el alimento y cuidado básico, en el que se incluye la alimentación, la atención médica, la vestimenta y la educación. Y aunado a todo lo anterior, son nuestros padres de manera ideal, la primera figura de autoridad a la que nos tenemos que enfrentar, pero no para agredir, lastimar, ofender o corromper. Sino para acatar sus disposiciones, rectificar nuestras acciones y en su caso enmendar nuestra conducta. Y solo por el simple hecho de ser la máxima autoridad en nuestro hogar, además de ser los encargados de proveernos amor, cariño, ternura, reconocimiento, justicia y compasión. Situación que se ve complementada con el accionar de esos seres maravillosos e increíbles que son nuestros hermanos de quienes aprendemos a compartir, dar y recibir, entender e incluso competir, para con ello también saber a veces ganar y en otras perder.

Cierto estoy que la familia es y seguirá siendo el núcleo social más importante y de referencia, sin importar los esquemas que existen de dos padres o dos madres, o de la madre o padre solteros. O de la ausencia de padres, pero no de abuelos o tíos, en fin, o de nuevo modelos que puedan surgir. Al final de cuentas, a este grupo de muchos o pocos miembros, se le continuará llamando FAMILIA, cuya función transcendente seguirá siendo la de ser la semilla de la sociedad, que mantenga la unidad del grupo y generando la solidez suficiente con su ejemplo, costumbre y acción a la sociedad en la que nos toca vivir.

Recordemos que al final de cuentas, los valores y las reglas, no son propiedad de ninguna estructura familiar concreta, pues en todos los ámbitos las personas estamos preparadas para transmitirles a nuestros hijos, sobrinos, nietos o incluso vecinos con el ejemplo todo aquello que nos enseñaron nuestros padres y que les servirán de modelo para la sociedad en la que ellos tengan que vivir. Porque eso es Dar de Sí, antes de pensar en Sí.

Porelplacerdeservir@hotmail.com

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