El sistema escolarizado tiene en la Universidad la consideración más alta para la búsqueda y la expansión del conocimiento humano, ¿pero es esto cierto? El pedagogo estadounidense Henry Giroux mencionaba hace poco en un artículo del diario EL PAIS que las universidades cada vez funcionan más como empresas. Los estudiantes se han convertido en clientes. La universidad-empresa está sustituyendo poco a poco y sin freno a la universidad del estado, que a su vez desplazó a la universidad del medievo. Una línea de cambios que en el fondo no ha cambiado mucho.
Por un lado, y desde la edad media, ha existido en la Universidad esa figura del “gran maestro sabio incuestionable”. Argumenta el historiador e investigador Fernando Mires: Cada catedrático posee un séquito especial formado por asistentes, auxiliares, secretarias, tutores, etc. (la nomenclatura varía de universidad a universidad). Al igual que en el medioevo, el séquito, o hueste personal, es adquirido por contrato, pero en el fondo está basado en relaciones personales y, por supuesto, en la incondicionalidad absoluta del “siervo” al “señor”. A este “señor” el filósofo francés Jacques Rancière lo llama: “el maestro embrutecedor”, es decir, ese profesor que confirma en su alumno una “incapacidad” que solo con su “apoyo” podrá reducir, aquí explica Rancière: el mito pedagógico divide al mundo en dos: sabios e ignorantes, maduros e inmaduros, capaces e incapaces, inteligentes y estúpidos, profesores y alumnos. Complementa Fernando Mires también en este tenor: Alrededor de nombres papales como Marx, Freud, Jung, Lacan, Sartre, Foucault, Wittgenstein, Habermas, por ejemplo, se forman en las universidades “escuelas de pensamientos” que preservan y siguen las lecciones del “gran maestro” con la misma fidelidad que los franciscanos a Francisco de Asís y los jesuitas a Ignacio de Loyola.
Así mismo, y en la era contemporánea, por otro lado, la Universidad se ha convertido en un negocio rentable, en este, el alumno muta en cliente y la enseñanza en una mercancía que ofrece la empresa, es decir, una americanización de la universidad aseguraba el filósofo y economista Max Weber o el asalto Neoliberal a la Universidad lo llama Noam Chomsky. Fernando Mires explica: El estudiante paga una matrícula alta y compra así una determinada cantidad de conocimientos, y con ello los correspondientes títulos que necesita para su plan de vida.
Al ingresar a una de esas universidades-empresa el alumno compra una marca con los valores del estatus social que representa ese instituto educativo. Ser un tecnócrata egresado del ITAM es diferente que ser un intelectual conservador egresado de la IBERO por ejemplo. Es así que cada día más la Universidad separa sus vínculos con el entorno social en el que se encuentra. George Steiner, crítico, teórico y también profesor universitario declaró hace poco: Me asquea la educación de hoy, que es una fábrica de incultos. Por su parte el filósofo y catedrático Juan Rivera Palomino apunta al respecto: la Universidad no es una entelequia abstracta, alejada, desconectada de la realidad sociopolítica, sino todo lo contrario: es una Institución Educativa que es parte de un modelo sociopolítico concreto (…). Por eso que aislar, abstraer a la universidad de esta totalidad es un sinsentido, contrasentido. (…). En la práctica la universidad fue reducida a lo meramente académico y dentro de esto a lo simplemente profesional. (…) fue reducida a la función de la formación de profesionales relegando a un segundo plano la investigación y a un tercer lugar el servicio social.
Finalmente y por su parte, la Universidad ofrecida desde el estado se ha burocratizado hasta la médula convirtiéndose en un establecimiento para la distribución del capital entre sus funcionarios. El intelectual de ascendencia palestina Gabriel Zaid realizó un estudio sobre esta burocratización y nos explica: La UNAM es ahora un monstruo burocrático. Tiene más presupuesto y personal administrativo que muchas secretarías de Estado (…). Tiene el mismo presupuesto que el gobierno de Nicaragua y más que muchos gobiernos de otros países. La hinchazón administrativa que empezó con Luis Echeverría se volvió permanente. Los principales beneficiarios fueron los funcionarios y los sindicatos. Las universidades son ahora burocracias dedicadas al negocio de administrarse: (…) Se volvió normal que muchos directores, rectores y líderes sindicales de las universidades lleguen a ser altos funcionarios de la administración pública.
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