Alguna vez un reportero, cuando se presentaba la televisión como una innovación tecnológica, comentó que este era un invento al que le auguraba poco éxito, argumentaba que la clase media, mercado concreto al que estaba dirigido este nuevo producto de consumo, carecería del tiempo para poder sentarse y disfrutar de lo que le ofrecía el invento. Totalmente equivocado se encontraba dicho reportero, pues sin duda alguna hoy podemos asegurar que la televisión se estableció como el centro de reunión por antonomasia y un ente dictador de los estilos, ideología y configuraciones prácticas de las sociedades actuales. Desde la televisión se manipula la moral, la democracia, así como la conceptualización de la verdad y la belleza. Desde NatGeo vemos los “descubrimientos de la ciencia”. Desde History Chanel se presentan los estudios “más objetivos” de la historia humana. Desde ForoTV se nos “informa” casi a cada minuto de las noticias “más importantes” para nuestra sociedad. El Canal de las Estrellas dicta cual será el próximo “artista” que debemos ovacionar y Fox Sport presenta a los atletas “más destacados” en el deporte internacional.

La televisión primero y las tecnologías de la comunicación después han sido dictador y jefe, difusores que distorsionan, entes manipuladores que confunden, herramientas utilizadas desde las cúpulas del poder para seguir ejerciendo y dominando a las masas y todo lo que ella representa. Vivimos una época en que la humanidad se encuentra, casi todo el tiempo, sumergida de alguna manera en los medios de comunicación, el individuo se ha convertido en objeto y creador (fetiche y fetichista) del discurso comunicacional, pues una nueva era tecnológica se apodera de nuestra atención a cada minuto y a ritmo acelerado.

Televisión, moda o nuevas formas de ocio van moldeando a pasos agigantados nuestras prácticas cotidianas, convirtiéndonos en simples imitadores de algún producto que propone un “nuevos estilo de vida”. Hipersexualidad, violencia, trastornos alimenticios, depresión, entre otros, son algunos de los nombres con los que se proponen los síntomas del dolor que nos aquejan y que son articulados desde los medios de comunicación.

La configuración de las identidades individuales, sociales y morales se ven influidos por estos medios de forma importante. Individualismo, odio y ambición son los nuevos atributos del éxito en esta nueva era. Sociedad hiperinformada pero a la vez y terriblemente alienada, el filósofo francés Guy Debord la llama: “las sociedad del espectáculo”, Debord explica: La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa así: más él contempla, menos vive; más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad, menos comprende su propia existencia y su propio deseo. Podemos decir que estamos viviendo la plena transformación de la civilización en la que el espectáculo es punto central dado el impacto de las tecnologías actuales en la formación de valores y reconocimientos. Los medios de comunicación suponen un recurso de poder y también funcionan como instrumentos potenciales de control social.

No solo estamos determinados por un amo invisible, por un manipulador omnipresente, por un simulador que nos sonríe, incluso la manera en que observamos lo otro, la manera de juzgarlo, se ve influida por un marco de valores dictados desde la zona más alta en las cúpulas del poder, del poder de los que tienen los medios de comunicación, pues como dice el dicho, “la libertad de expresión es la libertad de expresión del que controla los medios de comunicación”.

artodearte@gmail.com

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