Por: Rosalía Nalleli Pérez Estrada

Queridos hijos míos:

Mucho he pensado en ustedes en estas interminables semanas desoladas, en las que sus múltiples ocupaciones y extravagantes aficiones les impiden visitarme. Comprendo sus responsabilidades y compromisos y no los culpo por ello, pero el tiempo avanza y el universo me cobra el préstamo con recargos cual banco mexicano y ya casi me embarga la vida.

Hoy, que sus obligaciones y no la distancia nos separan; paso el día desempolvando y añorando bellos momentos que compartimos en casa cuando eran pequeños y me miraban con admiración, hacia arriba. También, cada vez que el sol se oculta y el miedo me invade por irme y no volver a verlos, escribo todas las cosas graciosas que decían de pequeños y que retumban en mi cabeza cana, mientras los imagino felices, vivos y lejos pero pensando en mí.

Cuando lean esta carta, les pido escuchen mi voz llena de amor por ustedes, en cada línea, y que mi muerte no los llene de tristeza: es una norma común del cuerpo que viene a la tierra y que el tiempo se lo lleve para siempre.

Hoy en esta carta, recuerdo que una ocasión tú, Fernando, mientras platicábamos del significado de la vida, dijiste que estar vivo era igual a comer un helado de chocolate, por el dulce placer que provoca mientras lo tienes en la boca y lo efímero de su disfrute.
En esa ocasión reímos juntos por tu filosofía infantil de 4 años pero hoy, 35 años después te digo: tenías toda la razón del mundo.

Estar vivo significa deleitarse del dulce gusto de la vida igual que cuando comes un helado: Es sentir el suave sabor del chocolate correr entre tus dientes y gozar la vida en el respiro. De apreciar el cacao cuando sorbes el helado y de agradecer a la gran naturaleza por darnos a los seres vivos todo lo que necesitamos.

Estar vivo significa chupar un helado y sentir cómo el frio recorre tu boca sintiendo el placer de admirar una montaña o un volcán lleno de hielo y apreciar el hielo que los cubre y que sofoca el calor extenuante del brillante sol de día y el ardor que se guarda en noches de primavera, bajo las sábanas de tu cama cuando eres joven y duermes acompañado.

Estar vivo significa llegar al efímero clímax del gozo de un helado que se acaba sin darte cuenta cuándo, mientras lo estas disfrutando y envidias a las tierras sembradas que darán frutos cada que el campesino las cuide y siembre durante múltiples generaciones y saber que seguirán observando el paso de los ilusos; burlándose de las envidias, rencores y egoísmos del ser humano que piensa las posee.

Estar vivo te permite disfrutar miles de helados, sumando a tu vida calorías y admirar al universo, buscar el cielo y con tus ojos querer abrazar el infinito para poseerlo todo con el mismo deseo del avaro, ambicioso, mañoso, celoso y truculento ladrón que se engaña por un momento y al rato continua dando un sorbete y otro y otro hasta que desea robarse todo, sin darse cuenta que a veces, es mejor no empezar o simplemente decir basta, porque le hace daño.

Por otro lado, la dulce sensación al succionarlo retrata al optimista y soñador bien
educado, que conserva sus principios ante el jolgorio y la derrota, que lucha por querer cambiar el mundo y disfruta cada sorbete con cada actividad que hace cual Gandhi o Mandela, que al luchar por sus ideales, sorbieron sufrimiento por realizar sus sueños.

Además, estar vivo significa amarte a ti mismo primero y verte como el cono frágil que lleva ese helado y cuidar tu cuerpo, tu alma y tu mente para que no te rompas en cualquier momento. Pero, sobre todas las comparaciones que mi senil mente pudiera hacer y sobre todas las cosas, estar vivo significa amar a tus hijos hasta los huesos, sintiendo en el exquisito frío placer del helado una mansa sensación de haberlos visto crecer y saber que son hombres buenos, dignos de estar vivos, de ser respetados y de ser amados, con el pequeño miedo de que el helado se acabe, igual que cuando temo perderme y no verlos más y gritar al universo que para mí, ustedes son lo más importante e inmenso que la vida me ha dado y decir fuerte y bajito que los extraño y que siempre los he amado.

Atentamente: yo, su mamá.

Pd. No olviden cerrar los botes de helado cuando los metan al refrigerador, para que éste no pierda sus propiedades.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here