La historia de José Antonio Yépez Ortiz es la de un delincuente que encontró en el huachicoleo una forma de generar influencia y poder, hasta sentirse jefe de un cártel capaz de rivalizar con el más poderoso de México y aún con el gobierno federal. Su desmesura lo llevó a amenazar al mismo presidente Andrés Manuel López Obrador en narcomantas que firmaba como “El señor Marro”; a dejar frente a la refinería de Salamanca una camioneta con explosivos (si eran falsos o si no explotaron es algo que no ha quedado claro); a grabar un video con doscientos seguidores fuertemente armados y autodenominarse “Cártel de Santa Rosa de Lima”.
Se rodeó de los elementos propios de quien deseaba ser: un alias impactante (tampoco queda claro el origen de su apodo); un grupo de seguidores que se enfrentó a sangre y fuego con el Cártel Jalisco Nueva Generación, pese a lo desigual de la lucha; una mansión con los imprescindibles lujos del mero jefe; varias mujeres (“sus” mujeres) y una red de complicidades que penetró a las fuerzas policiales y gobiernos municipales de la zona limítrofe entre los estados de Guanajuato, Querétaro y Michoacán. En la zona era conocido como “el patrón”, lo que en términos locales era cierto.
Su auge se extendió por 8 años, desde 2010 hasta 2018, cuando la cacería sobre él y su grupo se intensificó. A partir de ese momento, todo fue cuesta abajo. El territorio que controlaba se fue reduciendo de forma dramática y en la misma medida, la violencia en la zona fue creciendo. El choque contra “los jaliscos” por un lado, y con las fuerzas federales, por el otro, lo fueron constriñendo a una zona que se circunscribía a algunos municipios del sur de Guanajuato y aún estos los fue perdiendo.
En marzo de 2019 se filtró a los medios nacionales un audio con una charla entre el exalcalde perredista de Cortazar, Hugo Estefanía Monroy, y un fundador del cártel de Santa Rosa, Noel Lara Belman (a) “El Puma”, se expone la forma en que el exedil propone a Lara apoderarse de recursos destinados al municipio de Villagrán, aprovechando que su tío, Juan Lara Mendoza, es alcalde de este poblado. Asimismo, comentan en qué otros municipios podrían infiltrarse.
Pero así de importante es lo que se dice, como lo que no se dice. En el audio, El Puma habla de conseguir dinero para tener presencia en otros municipios (menciona 30 millones de pesos) pero no parece hablar a nombre del cártel, sino del suyo propio. La única mención al Marro es haber cometido el error de llamarse “cártel” cuando la idea era hacerse pasar por un grupo de autodefensa. Las autoridades confirmaron que Lara era ya parte de una escisión dentro del grupo, lo que lo obligó a huir del estado. No se sabe si las diferencias con el Marro se dieron antes del audio o debido a éste.
En un video, reclama al CJNG que hubiesen ofrecido una recompensa de 500 mil pesos a cambio de información sobre su ubicación. Está grabado en lo que parece ser la sala de su casa. En otro video, El Marro afirma sentirse cada vez más solo, abandonado por su propia gente. Está en un patio frente a una pared de ladrillo. Las autoridades dieron a conocer que, en la última etapa de esta persecución, llegó a pernoctar en una cueva, lejos de cualquier comodidad.
Su detención cierra un ciclo, pero abre otro. La lucha de los cárteles por controlar la zona continuará. Los grupos locales tendrán que unirse a mayores o desaparecer. Aunque no se le quiera dar ese nombre, la guerra del narco es algo que está lejos de terminar.