Por: José Miguel C. Núñez Núñez

El presidente Andrés Manuel López Obrador, en la cumbre trilateral realizada en Washington, Estados Unidos, consideró que “… la firma y la ratificación del tratado de México, Estados Unidos y Canadá ha sido una acertada decisión… La integración económica… es el mejor instrumento para hacer frente a la competencia… lo más conveniente es fortalecer nuestras economías, fortalecernos comercialmente en América del Norte y en todo el continente… en la actualidad un consumidor en nuestra región tiene que ponerse en lista de espera para que un electrodoméstico o un automóvil, porque no hay semiconductores, entre comillas, o porque aumentó el precio del transporte marítimo, cuando el problema de fondo es que no estamos produciendo lo suficiente y estamos obligados a importar mercancías de otros países…Es una paradoja que haya tanto circulante en América del Norte y los puertos del Pacífico estén saturados de mercancías procedentes de Asia. Agréguese el impacto inflacionario que eso acarrea, porque no podemos producir en América del Norte lo que consumimos, claro que sí, es asunto de definición y de estrategia económica regional… Deben definirse de manera conjunta objetivos muy precisos y hacer a un lado mitos y prejuicios… el tratado comercial es un valioso instrumento para consolidar nuestros procesos productivos, aprovechando el gran potencial que representa el mercado interno, el cual nos permitirá desarrollarnos como ninguna otra región en el mundo…”

Como podemos ver, el discurso es impecable.

La cuestión es precisamente esta: que el discurso no se ha aplicado en México. Como en los viejos tiempos del priato.

En tres años de gobierno, no ha impulsado precisamente la competencia para fortalecer la economía. Al no impulsar la competencia, en México no se está produciendo lo suficiente, lo que obliga a importar.

Efectivamente, es asunto de definición y de estrategia, no solo nacional, sino como él mismo lo afirma, regional.

Apunta que deben definirse de manera conjunta objetivos muy precisos y hacer a un lado mitos y prejuicios.

Los hechos están a la vista de todos, sin embargo, en México se cumple la sentencia bíblica: “Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen oídos, y no oyen; tampoco hay aliento en su boca” (Salmos 135:16-17).

En México, el gobierno de López Obrador, nada ha definido de manera conjunta, se guía por mitos y prejuicios y decide, como si México fuera una isla y estuviera aún en el siglo pasado o en el antepasado.

En la reciente aprobación por parte de la Cámara de Diputados del presupuesto de egresos 2022, ante más de mil 900 reservas realizadas por la oposición, estas fueron rechazadas una y otra vez, por los legisladores del partido en el poder y por sus aliados, quienes incluso de manera cínica, como el diputado del PT, Benjamín Robles, retó a sus pares opositores a seguir presentando las reservas que quisieran y que como en el béisbol, los fieles al primer mandatario, las seguirían bateando.

Esto será para el presidente: “¿definir de manera conjunta?” y más todavía, “sin cambiar ni una coma”. Y todavía, a este proceder presidencial y cameral, pretenden llamarle ¿Democracia?

Como lo está revelando el legislador petista, están bateando, no las reservas presentadas contra el presupuesto de egresos 2022, están bateando a la democracia, a la política, al diálogo. Ante tal circunstancia, qué diferencia hay entre la 4T y el gobierno de Ortega en Nicaragua, entre la 4T y el gobierno de Bolsonaro en Brasil, entre la 4T y Hitler, entre la 4T y Mussolini: NINGUNA.

Ejercen el poder, absolutamente, sin diálogo, sin acuerdos, sin democracia. Imponen, sin más.

Y mientras sigan “gobernando” (si a esto se le puede llamar gobernar) como lo han hecho durante los primeros tres años, México seguirá sin producir lo suficiente, al no producir lo suficiente, la inflación seguirá aplastando el poder adquisitivo de las y los mexicanos, el desempleo seguirá siendo el talón de Aquiles de la 4T y como consecuencia, habrá más pobreza, más marginación y desigualdad social, desde luego, más corrupción.

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