Durante el siglo XIX la situación política permeaba por el poder que detentaban los generales de la independencia y el control que tenían sobre el ejército. Por otro lado, la situación económica dejó traslucir la dependencia de las instituciones coloniales que tenían el control sobre los recursos y las principales actividades comerciales.
La educación fue un problema latente que merecía atención para lograr avances en materia social. Desde los primeros años del siglo XIX, se buscó imitar los modelos educativos de otros países para entrar a la modernidad. Los colegios tanto conventuales como laicos, se encargaban de educar a un sector limitado de la sociedad, ya que representaba un bien al que pocos podían acceder. De los colegios se lega la frase “la letra con sangre entra”. Dado el caso, el padre o la madre, llegaban a depositar a los hijos con el encargo de “no importa cómo me lo entregue, siempre y cuando aprenda a leer y escribir”.
Esta idea da la pauta para reconocer los aportes que llegaron a la Nueva España, posteriormente México, a diferentes sectores de la sociedad. A mediados del siglo XVIII surgió el movimiento intelectual más importante de los tiempos modernos. Hombres como Diderot, Voltaire, Montesquieu, Rousseau plasmaron sus ideas en una obra titulada Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios. En esta obra se manifestaba la intención de hacer una compilación del conocimiento desde la perspectiva de las diferentes disciplinas.
Las ideas se expandieron como el viento y la Nueva España, como otros territorios, fue la receptora del bagaje intelectual que sirvió como ideario para los movimientos insurgentes. Es de notar que de acuerdo con la información que se conserva en el Archivo General de la Nación, se han identificado obras de autores franceses entre las pertenencias de los novohispanos. El ideario francés se conoció en el ámbito novohispano a pesar de la prohibición de la corona española.
México, al ser una nación joven, imitó los preceptos de la cultura francesa que fue considerada el paradigma de la cultura, como uno de los países más civilizados y avanzados en diferentes aspectos. Tras la independencia, una de las preocupaciones del gobierno fue la educación, inclusive durante el gobierno de Agustín de Iturbide se carecía de fondos para la creación de un proyecto educativo.
Uno de los proyectos que intentó revolucionar la educación en México fue el Lancasteriano, en este modelo, que llegó durante los primeros años de la independencia, el método consistía en enseñar a una cantidad considerable de estudiantes con el apoyo de los alumnos más avanzados. Con este sistema se les enseñaba a los estudiantes, en un lapso de seis horas, clases lectura y aritmética, además del catecismo del Padre Ripalda e incluía un receso. Se extendió a muchas escuelas particulares y fue declarado método oficial para las escuelas gratuitas en diferentes territorios.
En 1833 los liberales con ideas conservadoras emprendieron una reforma educativa. Se creó la Dirección General de Instrucción Pública que pretendía establecer una dependencia gubernamental a nivel nacional que organizará y supervisará la enseñanza. Así, liberales y conservadores, apoyaron el sistema lancasteriano haciendo hincapié en la educación cívica y la doctrina cristiana, y promovieron la creación de escuelas normales.
Después de varios intentos por tener una educación de calidad, en un tiempo en el que un porcentaje muy bajo de la población asistía a la escuela, para 1859 con la promulgación de las Leyes de Reforma, Benito Juárez promovió el aumento de establecimientos de educación primaria gratuitos, pues estaba convencido de que, mediante la educación, los pueblos podían alcanzar la prosperidad. El gobierno “promovería y fomentaría la publicación y circulación de manuales sencillos y claros sobre los derechos y obligaciones del hombre en sociedad”.
Tras la derrota de Maximiliano de Habsburgo, el gobierno de Benito Juárez expidió la Ley de Instrucción Pública que estableció a la educación primaria como gratuita y obligatoria para todos los niños mayores de cinco años; suprimió la enseñanza de la religión e incluyó el estudio de rudimentos de historia y geografía. Gracias a esa ley se creó también la Escuela Nacional Preparatoria.
En medio de las turbulencias políticas y con el ascenso al poder de Porfirio Díaz, el proyecto educativo se manifestaba como una preocupación para el presidente. Para él como para sus antecesores, la educación era la vía para alcanzar el desarrollo del país, se atribuía a la falta de educación, el origen de los diferentes problemas por los que atravesaba la nación. Hay que mencionar que, en los informes de gobierno, el presidente manifestaba su preocupación por establecer un verdadero proyecto educativo.
El proyecto educativo del presidente Porfirio Díaz se puede considerar como uno de los más importantes del México contemporáneo. Retomó las ideas que desde Benito Juárez a través de la Ley de Instrucción Pública. Así mismo, tomó en cuenta los aportes a la educación que llevó a cabo Maximiliano de Habsburgo mediante el Ministerio de Instrucción Pública. De esta manera logró consolidar un proyecto bajo la tutela del ministro de Instrucción Pública don Justo Sierra Méndez.
Entre los aportes que se lograron a la educación durante el porfiriato se encuentra la creación de la Escuela Normal Superior para formar y capacitar a los maestros. Además, se trabajaba en la elaboración de planes de estudio y la redacción de libros de texto. Se establecieron las escuelas mixtas y se crea la educación secundaria, destacando la oferta educativa de los talleres para ofrecer una educación basada en los oficios.
En vísperas del siglo XX México había avanzado en materia educativa, aun con las desigualdades donde no todos tenían acceso a la educación, se proyectaba un cambio social que permitiría el desarrollo del país. La gran incógnita, como sucede hoy, la educación sería para todos.
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@LuisVazquezCar