La tecnología Lidar en la arqueología mexicana
Por: Ariel Texis Muñoz
Hace poco, se ha dado a conocer el hallazgo de un yacimiento arqueológico en el estado de Campeche, nombrado Valeriana. Este sitio ha sido descubierto gracias a la aplicación de la tecnología Lidar, la cual en años recientes se ha vuelto uno de los principales métodos de exploración terrestre.
El uso de este procedimiento es cada vez más común en la arqueología mexicana; sin embargo, pocas veces se nos explica qué es y cómo es que esta tecnología funciona.
Lidar es un método de detección y medición de la luz, o Light Detection and Ranging en inglés. En otras palabras, se trata de un escáner, el cual permite registrar la superficie terrestre mediante rayos láser. En el caso de la arqueología mexicana, el Lidar más utilizado es en aeronaves, las cuales sobrevuelan las áreas de interés.
El uso de avionetas es más usual para el montaje de los escáneres láser en su parte inferior, permitiendo disparar los rayos hacia la superficie, y poder así registrar el terreno. El mecanismo que siguen estos aparatos es el siguiente: los rayos láser se disparan desde el sensor (el escáner), para después viajar y hacer contacto con diferentes tipos de superficie, como vegetación, construcciones modernas o antiguas y diversos suelos.
Después de hacer contacto, el rayo regresa al aparato, y este mide el tiempo que le tomó al haz de luz en salir y retornar; de esta manera, le permite calcular la distancia a la que se encuentran los elementos en la superficie.
Los aparatos Lidar más modernos, y los más usados en la arqueología, irradian varios rayos hacia el terreno, a los cuales se les conoce como múltiples retornos. Esto permite que se regiatre el suelo, y que los rayos no queden solo en la vegetación (árboles), o en los techos de las construcciones modernas.
Para el registro de sitios arqueológicos no siempre se conoce de antemano la existencia de vestigios en la superficie. Otros métodos de prospección, como la fotografía aérea y el recorrido a pie sobre el terreno, no siempre permiten la identificación de vestigios. De tal manera que los vuelos Lidar han facilitado la ubicación de elementos arqueológicos, tanto en áreas donde hay un conocimiento anterior, y en otras sin un registro previo.
Después de realizar los vuelos que escanean la superficie, lo que se obtiene es un modelo tridimensional del terreno, en un formato que se le conoce como nube de puntos, donde se representan las superficies registradas por los rayos láser. Esta nube de puntos es después clasificada en suelo, es decir, el terreno; vegetación, que puede ser media, o alta, y en edificios, modernos, o potencialmente antiguos. Otro tipo de elementos reconocidos son canales, reservorios de agua, que en el centro de México se les conoce como jagüeyes, así como terrazas, plazas, plataformas, entre otros.
En el manejo de esta nube de puntos se elimina la vegetación y arquitectura moderna. Este producto final se le conoce como modelo digital de elevación, el cual contiene solo el terreno, o Digital Elevation Model en inglés (DEM).
Aunque también, se puede contar con otro tipo de modelo topográfico denominado modelo digital de superficie, o Digital Surface Model, en inglés (DSM), el cual contiene vegetación y arquitectura moderna.
Al contar con el DEM y el DSM, los arqueólogos proceden a su análisis para identificar elementos prehispánicos. No obstante, aún se requiere del recorrido a pie en el terreno que se estudia. Esto con el objetivo de verificar si lo que se observa en los modelos digitales es o no un elemento antiguo o en su caso, moderno.
La aplicación de Lidar en los estudios arqueológicos de Mesoamérica iniciaron en la región sur de México, y en Centroamérica. Para el caso de Centroamérica, sitios como Caracol han sido estudiados por los investigadores Arlen F. Chase y Diane Z. Chase. En sus estudios, identificaron la modificación del paisaje por los antiguos mayas, así como la extensión de la ciudad antigua.
En México se ha aplicado en distintas regiones, principalmente en el sureste, aunque existen estudios en el centro y occidente del país.
Por nombrar algunos casos recientes, podemos mencionar el mapeo del sitio de Yaxuná en Yucatán por parte del investigador Travis Stanton. En el estado de Tabasco, Takeshi Inomata ha investigado el sitio de Aguada Fénix. En el estado de Campeche se cuentan con los estudios del sitio de El Palmar realizados por el investigador Kenichiro Tsukamoto. En el centro del país se cuenta con el mapeo Lidar del Valle de Teotihuacan a cargo de los investigadores Saburo Sugiyama y Nawa Sugiyama. Finalmente, para el occidente de México, existen los trabajos en Tingambato y Tzintzuntzan, por parte de José Luis Punzo Díaz, en el Estado de Michoacán.
En la construcción del Tren Maya, se aplicó este tipo de registro en el trazado de las vías, lo que permitió proteger algunos sitios, así como la identificación de cientos de estructuras prehispánicas en los estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo.
A pesar de ser una herramienta cada vez más utilizada, no deja de ser un estudio con un costo elevado, cuya contratación se limita a la obtención de fondos extranjeros, o de compañías privadas en México. Para el Tren Maya, SEDENA (Secretaría de la Defensa Nacional) ha sido quien ha proveído este tipo de tecnología a los estudios del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Actualmente se ha iniciado con el uso de escáneres Lidar montados en drones de nivel industrial, con el propósito de reducir los costos. Sin embargo, estos se ven limitado por el rango que pueden cubrir en un solo vuelo, por lo que estos requieren de un mayor tiempo para realizar los recorridos. No obstante, es un avance significativo en la democratización de esta tecnología, aunque no deja de ser costoso.
Cabe mencionar que este tipo de tecnología sigue en constante evolución, y cada sitio y región a estudiar requiere de especificaciones únicas, así como de diferentes equipos Lidar. Sin duda, en el futuro seguiremos viendo cada vez más la introducción de esta tecnología en los estudios del patrimonio cultural del país, y ojalá de Tlaxcala.