El 31 de enero de 1999, los científicos de la Universidad de Alabama, por medio de los restos del chimpancé Marylin que falleció en 1985 detectaron el VIH.

Dicho espécimen fue capturado en África y enviado a la base Holloman de la Fuerza Aérea de Nuevo México en 1963, donde estos ejemplares eran sometidos a múltiples pruebas, en su mayoría mortales, pues formaban parte del programa de entrenamiento de vuelos espaciales.

La científica Beatriz Hahn fue la responsable de descubrir que este ejemplar había sido infectado con el virus de inmunodeficiencia en simios emparentado con el VIH. Al respecto el doctor Anthony S. Fauci exasesor médico de la presidencia estadounidense, con una amplia carrera en la investigación de inmunodeficiencias en su momento declaró “Es un descubrimiento importante con significativo potencial”.

Fauci también señaló que el patógeno encontrado en este espécimen tiene una relación del 98 por ciento con el VIH humano y estos ejemplares en estado salvaje no enferman, por lo que el descubrimiento es la puerta a investigaciones actuales que buscan averiguar por qué, para proteger de forma efectiva a las personas que desarrollan la enfermedad.

Resultado de estas investigaciones hoy se sabe que el virus de inmunodeficiencia simia, no comenzó su vida en los chimpancés, fue producto de virus separados que saltaron de los monos a los chimpancés, donde se recombinaron para formar un nuevo virus híbrido.

Debido a la similitud entre humanos y chimpancés, cualquier virus que se adapte con éxito a la propagación entre los chimpancés es candidato para un mayor salto en los humanos. Muchos de los virus más fuertes como el SARS, la viruela del mono y el COVID tienen orígenes probables en la transmisión entre especies, por lo que descubrimientos como el de Marylin fueron la base que ayuda a los científicos a enfrentar enfermedades actuales.

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