Entre tradiciones, clima y desafíos del campo

 

Con la llegada de mayo, el campo tlaxcalteca comienza a despertar de su letargo invernal. Para muchas comunidades rurales del estado, este mes marca el inicio de uno de los ciclos más importantes del año: la temporada de siembra. Aunque el calendario agrícola puede variar según la altitud, la humedad del suelo y las condiciones climáticas, mayo sigue siendo un mes clave para preparar la tierra y depositar en ella la esperanza de una buena cosecha.

En municipios como Huamantla, Terrenate, Calpulalpan, Ixtenco y San Pablo del Monte, campesinos y ejidatarios ya comienzan a alistar sus parcelas. Maíz, haba, avena, cebada y algunas variedades de frijol son los cultivos más comunes en esta temporada, especialmente en las zonas de temporal que dependen directamente de las lluvias.

“La tierra ya lo pide. A veces el cielo nos ayuda, a veces no, pero uno no se puede quedar esperando”, comenta don Aurelio Sánchez, agricultor de tercera generación en la región de Zitlaltepec. “Mayo es un mes de preparación: barbechamos, trazamos surcos, y en cuanto vemos las primeras lluvias, empezamos a sembrar. Todo depende del clima, pero también de la tradición”.

A diferencia de los agricultores que tienen acceso a sistemas de riego, la mayoría de los productores en Tlaxcala dependen del temporal de lluvias. Esto significa que los meses de mayo y junio son determinantes: si no llueve lo suficiente, las semillas no germinan adecuadamente o el crecimiento se ve afectado. Por eso, muchos esperan las primeras lluvias antes de sembrar, mientras otros arriesgan al hacerlo antes, apostando a que el agua llegará a tiempo.

En los últimos años, los patrones de lluvia se han vuelto cada vez más impredecibles. El cambio climático ha traído consigo sequías más prolongadas, lluvias intensas fuera de temporada y granizadas que, en cuestión de minutos, pueden destruir semanas de trabajo.

“Antes sabíamos que a mediados de mayo empezaban las lluvias. Hoy ya no se puede confiar tanto en eso. Hay años en que se retrasa hasta junio, y eso cambia todo”, dice Lourdes Moreno, técnica agrícola de la zona de Panotla. “Muchos productores están empezando a diversificar o a sembrar variedades más resistentes a la sequía, pero no todos tienen acceso a esa información o recursos”.

Además de su importancia económica, la siembra también conserva un fuerte componente cultural en Tlaxcala. En algunas comunidades, se realizan rituales tradicionales antes de sembrar, como ofrendas a la tierra o a los cerros protectores, pidiendo por lluvias abundantes y cosechas sanas. La siembra se convierte así en un acto de conexión con los ciclos naturales, con los antepasados y con la tierra que da sustento.

“No es solo echar la semilla. Es todo un ciclo de vida. Así lo entendieron nuestros abuelos y así seguimos nosotros”, asegura doña Estela, una campesina de Ixtenco. “La tierra también siente, y si uno le habla con respeto, ella responde”.

Mayo se convierte, entonces, en un mes decisivo para el campo tlaxcalteca. Es el tiempo de preparar la tierra, de observar el cielo, de tomar decisiones y de volver a empezar. A pesar de los retos, la tradición agrícola se mantiene viva, impulsada por el trabajo diario de miles de campesinos que, año tras año, depositan en la tierra no solo semillas, sino también esperanza.

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