Por: El Psicólogo Carlos
Si lo piensas bien, hay decisiones en la vida que pueden salir mal desde el principio: tatuarte el nombre de tu ex, comprarte un perro cuando vives en un departamento de 20 m², o meterte a terapia con alguien que te dice “háblame de tu niño interior” sin haberte preguntado siquiera si te gustan los niños.
Porque, seamos honestos, no ir a terapia puede tener consecuencias, sí, pero ir con alguien que no sabe lo que hace… puede tener efectos secundarios que ni en los comerciales de medicinas leen tan rápido.
Vivimos en la era de la autoexploración exprés, donde todo mundo tiene un coach, un terapeuta holístico o un psicólogo “bien empático” que te dice lo que quieres escuchar y te cobra como si te cambiara la vida, y nosotros también colaboramos otro poco, ahí vamos, con el corazón roto o con la ansiedad al tope, buscando respuestas inmediatas… y encontrando diagnósticos de TikTok (no, no es chiste), el problema no es buscar ayuda, el problema es que no sabemos diferenciar entre alguien que ayuda y alguien que improvisa, y como culturalmente nos enseñaron que “algo es mejor que nada”, terminamos creyendo que cualquier terapia sirve, aunque sea para tener a alguien que te escuche, y como spoiler: no, no siempre sirve, hay terapias que dejan cicatrices más hondas que los problemas por los que llegaste.
A veces uno llega al consultorio buscando apoyo, y se encuentra con el reflejo, ese terapeuta que te cuenta más de su vida que tú de la tuya, que te dice que “todo está en tu mente” o que la ansiedad se quita “pensando en cosas positivas”, un terapeuta que usa frases como “tú atraes lo que vibras” mientras te cobra por hora la vibración ¿Te das cuenta de la gravedad? El riesgo de toparte con alguien así no es solo perder dinero; es perder confianza en la psicología, porque después de una mala experiencia, no solo dejas la terapia, sino que te llevas la idea de que todas son así, y eso, aunque no lo parezca, retrasa años de trabajo serio que hacen miles de profesionales que sí se formaron para ello.
Lo peor de todo es que el daño de una mala terapia no siempre se nota de inmediato, no te rompe un hueso ni te deja una cicatriz, pero puede modificar la forma en la que te relacionas contigo y con los demás, un mal terapeuta puede reforzar tus miedos, invalidar tu experiencia, hacerte sentir culpable por tus emociones o incluso convencerte de que el problema eres tú por no “trabajar contigo lo suficiente”, y lo más cruel de todo: puede hacerte creer que eso es normal en un proceso terapéutico.
Ahora, tampoco quiero romantizar el no ir a terapia, ya que el no hacerlo cuando se necesita puede significar quedarse atrapado en los mismos patrones durante años, buscando soluciones mágicas en podcast de autoayuda o frases en Pinterest, que por el otro lado, si no vas, sigues teniendo la posibilidad de encontrar a alguien bueno más adelante, a diferencia de si vas con alguien malo y confías, puedes perder hasta la noción de lo que una buena terapia debería sentirse.
Ir a terapia no debería doler más que el motivo por el que fuiste. y no, no hablo de evitar el malestar natural del proceso (porque claro que habrá momentos incómodos), sino de que nunca debería sentirse como castigo, la buena terapia incomoda, sí, pero también acompaña, la mala, solo deja eco (hay personas que de acuerdo a su experiencia, ahora odian la terapia o a los terapeutas)
Entonces, ¿qué es más dañino? Probablemente por lo que ya hemos leído, es un poco más complicado ir con alguien que no sabe lo que hace, porque el daño que deja una mala terapia no se borra con otra sesión, sino con años de reconstruir la confianza en que un profesional puede realmente ayudarte, no ir a terapia es perder una oportunidad, ir con un mal terapeuta es perder la esperanza (tal vez sonó fatalista pero no es exageración).
Espero que estas líneas no hayan conseguido desanimarte (porque esa no es la finalidad), al contrario, siempre se puede encontrar al terapeuta que se adapte a tus necesidades terapéuticas, y si no sabes cómo ni dónde encontrarlo, mándame un mensajito y con gusto te ayudo, nos leemos la siguiente semana, y recuerda… puedo estar equivocado.