Se dice que los jóvenes en México son la mayor fortaleza del país, pues representan el 31.4 por ciento de la población total en México, es decir hay 37 millones 504 mil 392 de entre doce y 29 años de edad de los cuales el 49.4 por ciento son hombres y 50.6 por ciento mujeres, sin embargo, durante los próximo quince a 20 años la población se encontrará en edad de trabajar.
En el Diagnóstico del Instituto Mexicano de la Juventud (Inmjuve), se da a conocer que es el momento de estimular la inversión en capital humano, alimentación, salud, educación y capacitación laboral, a propósito del Día Internacional de la Juventud que se celebra el próximo doce de agosto, según lo decretado por la ONU.
La situación actual de la población de jóvenes en el país, hace evidente la necesidad de las acciones y programas dirigidos a la población entre doce y 29 años de edad y ésta es una gran advertencia que se observa en la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis); la Encuesta Nacional de Valores Juveniles (Envaj); la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (Encup); y el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (MCS-Enigh).
Los jóvenes, en términos de participación en el mercado laboral, educación, participación social, salud, sexualidad, pobreza, bienestar económico, entre otros, señalan que la integración de los jóvenes al desarrollo del país se da en condiciones de desventaja, debido a las dificultades que enfrenta este sector de la población para insertarse en el mercado laboral, la desvinculación entre los jóvenes y el entorno que los rodea, la deficiente formación y desarrollo de habilidades que permitan su desarrollo personal, así como la escasa educación sexual y reproductiva que conduce a una mayor incidencia de embarazos en adolescentes.
Entre los principales factores que dificultan la inserción laboral de los jóvenes destacan la carencia de programas de práctica laboral, una escasa generación de empleo, una desarticulación entre la relación educación – trabajo (demanda y oferta desvinculadas), así como una baja innovación y emprendedurismo, pese a los esfuerzos que hacen los tres órdenes de gobierno.
Aunado a que la desvinculación de los jóvenes con su entorno se origina por una escasa representación de los jóvenes en las políticas y espacios de toma de decisiones, que a su vez es causada por una cultura política sin vínculos con las prácticas culturales juveniles y una desconexión entre intereses locales, regionales y mundiales.
Lo anterior, lleva a graves consecuencias de la incorporación al desarrollo del país en condiciones desfavorables pues implica una mayor desigualdad en el acceso a las oportunidades, lo cual causa el aumento del número de jóvenes que no estudian ni trabajan, un aumento de informalidad laboral entre los jóvenes, una disolución del tejido social, el acceso limitado a la Seguridad Social, así como menores ingresos laborales.
Uno de los principales retos que enfrenta la juventud es la transición de la escuela al mercado de trabajo, reconoce Rodolfo Hernández, estudiante tlaxcalteca que recientemente egresó de la Ingeniería en Sistemas Computacionales en el vecino estado de Puebla y que no encuentra un empleo, “mi mayor preocupación es porque no puedo conseguir empleo, he llevado mis solicitudes a varias empresas y no me han devuelto la llamada, posiblemente porque no tengo experiencia, pero solo la obtendré si me dan alguna oportunidad”.
Este comportamiento es un reflejo de la insuficiente generación de empleos para satisfacer la demanda de los jóvenes, quienes en muchos casos se incorporan por primera vez al mercado laboral, donde México cuenta ya con una reforma, misma que flexibiliza la entrada al mercado, sin embargo, es de esperarse que estos cambios sean en beneficio de la juventud al incrementar la proporción de jóvenes empleados.
Si bien los jóvenes tienen la capacidad para conseguir un empleo, también lo es conocer el tipo de empleo que están llevando a cabo y las condiciones en las que lo realizan. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), las principales actividades desarrolladas por los jóvenes se relacionan al sector terciario, el de prestación de servicios.
Con respecto a la calidad del trabajo, la misma encuesta señala que el 42.0 por ciento de los jóvenes reportan contar con un contrato laboral escrito. Es importante notarlo porque la falta de contrato vulnera la posibilidad del joven para acceder a las prestaciones establecidas por la ley y lo que ello, conlleva a la vulnerabilidad y precariedad laboral.
Sobre la situación en la que se encuentran los jóvenes en México que no estudian y no trabajan (llamados “ninis”). Con información de la Encuesta Nacional de Juventud 2010 (ENJ 2010), se estima que los jóvenes en dicha condición alcanzaron los 7.8 millones, es decir, dos de cada diez jóvenes de doce a 29 años son “ninis”.
Cabe destacar que tres de cada cuatro jóvenes que no estudian y no trabajan son mujeres (5.9 millones), de éstas 57.0 por ciento realiza quehaceres domésticos y recibe manutención por parte de su pareja.
A nivel de las entidades federativas, el último dato en 2010 Coahuila registró la tasa más elevada de jóvenes que no estudian ni trabajan (45.5 por ciento), seguido de Guanajuato (42.0 por ciento) y San Luis Potosí (41.9 por ciento). Para el caso de las mujeres, la mayor proporción se registró en Coahuila (48.1 por ciento), mientras que Tlaxcala estuvo en el 39 por ciento.
Por otro lado, la información de la Envaj 2012 permite identificar los factores que los jóvenes identifican como barreras para insertarse al mercado laboral. Las principales razones que los jóvenes expresan como barreras (una vez excluyendo a aquellos que reportan encontrarse estudiando) son las siguientes: no han buscado empleo, la carencia del mismo, insuficiente preparación e inexperiencia.
En el análisis, para medir la “seguridad” del empleo es conocer si los jóvenes fueron contratados al momento de iniciar algún trabajo y el 72.0 por ciento de los jóvenes afirma no contar con contrato laboral, de los cuales el 8.0 por ciento fue mediante un acuerdo verbal.
Aunado a lo anterior, se observa que si bien las diferentes dimensiones del desarrollo social son esenciales para el bienestar de las personas, el ingreso continúa teniendo un papel preponderante para lograr acceder a los satisfactores esenciales.
De acuerdo con la medición del Coneval, uno de cada dos jóvenes de doce a 29 años no contaba con los ingresos suficientes para adquirir una canasta de bienes básicos alimentarios y no alimentarios (18.6 millones de personas), y 18.3 por ciento de ellos no tiene incluso ingresos suficientes para cubrir el costo de una canasta básica alimentaria (6.8 millones de personas).
De hecho, el ingreso corriente total per cápita de esta población fue de 3 mil 98 pesos al mes y, desagregando por sexo, se observa que resultó ligeramente mayor para los hombres (3 mil 240 pesos) que para las mujeres (2 mil 955 pesos). La mayor proporción del ingreso total proviene del ingreso laboral (84.0 por ciento) y una proporción menor de ingresos por transferencias (10.2 por ciento).