El uso de la fuerza como herramienta casi única para lograr los objetivos del actual gobierno estadunidense, tiene en la ciudad de Los Ángeles un nuevo escenario, pero con la mezcla de tres situaciones: la migratoria y de remesas de alrededor de cuatro millones de mexicanos sin documentos, la lucha política del presidente Donald Trump contra los demócratas, y por las últimas las relaciones México-Estados Unidos.
Es una situación diferente y bastante más compleja que en 2020 con el asesinato de George Floyd por un policía en Minneapolis, disparador del movimiento Black Lives Matter, o por la decisión de dejar en libertad a policías de Los Ángeles por la violenta detención de Rodney King.
En ambos casos se trató de afroamericanos, en 2022 el 12.62 por ciento de la población estadunidense, de acuerdo al sitio Statista. Fueron abusos policiales llevados a los extremos, cuya videograbación permitió su amplia difusión y dejó sin posibilidad de escapar a los autores. Y también, hechos de corte local.
Ahora se está frente a situaciones que potencialmente afectan en materia de remesas al menos al 25 por ciento de la población estadunidense, 19.1 de origen hispano y 6.08 asiático con datos a 2022, sin contar a otras regiones, mientras en documentos de migración alcanza a 11 millones de personas que viven sin legal en el país del norte, en cifras de 2022 que revisiones recientes han mostrado subrepresentan a esa población, de acuerdo al Pew Research Center (PRC).
Peo quizás lo más importante, es que los migrantes no autorizados , como los llama el PRC, se encuentran en el centro de la polarización política e ideológica que vive Estados Unidos, en el contexto de crecimiento de la derecha estadunidense inclusive entre la población latina, cuyo voto a favor de la excandidata Kamala Harris rompió un récord a la baja en noviembre pasado, de acuerdo a la Americas Society/Council of Americas (AS/COA).
Mientras los casos Floyd y King recibieron el apoyo de buena parte de la opinión pública estadunidense, en la imposición de impuestos a las remesas de migrantes y expulsar a los no autorizados , vemos que la simpatía hacia esas acciones es también considerable, pues forma parte del menú de medidas para Make America Great Again del jefe de la Casa Blanca.
Impuestos a remesas y expulsión de migrantes se suman a la presión de la Oficina Oval para que el gobierno mexicano aumente sus acciones contra el narcotráfico inclusive permitiendo acciones en campo de policías y militares estadunidenses, además de capturar y encauzar a personajes de alto nivel, sin importar su rango político o dentro de la economía, ni que decir del tema arancelario y del Tratado trilateral de Libre Comercio, próximo a revisarse y luego renegociarse.
La posible imposición de impuestos a remesas y las redadas indiscriminadas de migrantes, de concretarse los unos y aumentar las otras como se espera, significarán la generación de presiones sociales en México, las cuales ya están gestándose tras la caída de 12 por ciento en el monto de las remesas el pasado abril, que se suma a la de 0.8 por ciento registrado el pasado febrero.
Pero además, aranceles, remesas y redadas caen en medio de la guerra de exterminio del presidente Trump contra los demócratas. El gobernador californiano Gavin Newsom libra su segunda batalla del año contra Trump, quien lo acusó el pasado enero de ser ineficiente en el combate a los cíclicos incendios forestales en California.
Con problemas de dislexia, católica y cierta formación jesuita, el mandatario estatal de 57 años de edad, un adolescente ante los 79 años que cumplirá Trump el próximo 14 de junio, es una de las pocas figuras de recambio en la alicaída alineación demócrata, y ya se aspiró a la candidatura presidencial que perdió ante Kamala Harris.
Newsom postula y defiende políticas que Trump crítica y ataca, pero a diferencia del mandatario, sabe tiernos puentes con sus rivales. Quizás por esa circunstancia de rivalidad ideológica y diferentes estilos políticos, así como por gobernar un fuerte bastión demócrata, es que se ha vuelto el enemigo preferido del mandatario republicano, quien apenas sonríe cuando sus funcionarios amenazan con encarcelarlo o embadurnarlo con brea y emplumarlo.
En ese marco la asistencia de la presidenta mexicana a la cumbre del G-7 en Canadá y su posible reunión con Trump, ofrece a Claudia Sheinbaum una oportunidad única ante la mirada escrutadora del mundo, para lo cual deberá estudiar y preparar hasta el último detalle todas las facetas de un encuentro de ese tipo y ocasión, evitando tratos humillantes como el de Trump al ucraniano Volodimir Zelenski o al sudafricano Cyril Ramaphosa, fin de mostrar quién sí y quién no es estadista.