“Avísale a mi mamá que debe recoger todos mis papeles”, fue el mensaje que dejó Gabriela (pseudónimo) a su mamá a través de una amiga. 48 horas después, su cuerpo colgaba en la recámara.

La madre de Gabriela no está convencida de que haya sido un suicidio. Ella trabajaba como pasante de medicina en el ISSSTEP. En junio del año pasado festejaron la conclusión de su internado y la posibilidad de buscar nuevas oportunidades profesionales.

Gabriela se reconcilió con su mamá después de 7 años de permanecer distanciada por la pelea de una casa contigua a la de su progenitora. En ese tiempo, la mujer de 32 años aceptó vivir con un hombre que aparentemente la trataba bien.

La madre de Gabriela piensa que en algún momento de la relación, él (chofer de autobuses en la Capu) solo pretendía quedarse con la casa de su hija pero en el ánimo de no regresar al conflicto entre ellas decidió respetar su relación.

Gabriela falleció en la primera mitad de octubre del año pasado; su mamá veía que todos los días prendía la luz de la recámara cuando iniciaba sus actividades a temprana hora. El 12 de octubre, fue distinto pero no le dio mayor importancia. Conforme transcurrió el día, recibió la noticia en su centro de trabajo. Gabriela había muerto.

La mujer de 58 años intentó ver por última vez a la segunda de sus cincos hijos pero el novio de Gabriela se lo impidió; la autopsia reveló que la chica se había atado el cuello. Ella se resiste a creer que fue un acto voluntario porque no enfrentaba depresión, tenía ganas de buscar un nuevo empleo.

Días antes del suceso Gabriela le dijo a una tercera persona que había sido asaltada. Su mejor amiga no sabía nada, solo el mensaje que le dejó previo a su muerte. La madre desconoce si fue o no cierto ese hecho pero la actitud del novio- con quien nunca cruzó palabra- fue tan apresurada que lo culpa de la muerte de su niña.

¿Por qué no me permitió verla y por qué tanta prisa en recoger sus llaves y credenciales? se pregunta una mujer acongojada por un final que le resulta confuso y doloroso.

La última vez que vio a Gabriela comieron pan con cajeta y le preparó un té para ayudarla con la gripe. Disculpó a su hija después de las discusiones que habían sostenido durante mucho tiempo. Quedaron en el pasado los agravios, recuerda a su hija con amor y deseos de superación; dueña de una casa y de un automóvil.

Cuando Doña María (pseudónimo) me narró su historia se encontraba en horario de trabajo; me dice que en la CAPU ha visto muchas cosas pero jamás imaginó que a su hija le tocara vivir una crisis personal. Se lamenta no haberla podido ayudar o al menos descifrar su estado de ánimo. Piensa que el amor nubla el juicio y Gabriela encontró la muerte al lado de un hombre sin escrúpulos.

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