Será la próxima semana -tentativamente- cuando el presidente de México, Enrique Peña Nieto (EPN), regrese a Puebla esta vez para inaugurar el nuevo Hospital Militar.

Espacio, por cierto, que tendrá equipamiento con tecnología de punta, y que brindará servicios médicos de los más avanzados en el país.

Sin embargo, la visita del mandatario nacional, hay que decirlo, tiene un tinte especial por tres razones importantes:

La primera, porque será la primera vez que esté en Puebla teniendo ya como anfitrión al gobernador Tony Gali, quien ya sostuvo algunas reuniones privadas con el presidente mucho antes que tomara las riendas del estado formalmente.

De cualquier forma hay que subrayar que la amistad de ambos gobernantes tampoco es extraña, pues EPN vivió en carne propia el desarrollo, crecimiento y madurez política de Tony Gali en el sexenio pasado, con Rafael Moreno Valle Rosas.

La segunda, porque la visita del presidente despeja las dudas de la relación que mantendrá con Puebla y con Tony Gali durante el próximo año y ocho meses que dura el periodo de gobierno de la actual administración estatal.

Particularmente, porque había trascendido que una vez concluido el gobierno morenovallista también concluiría el apoyo y la solidaridad del gobierno federal peñista para con los poblanos.

Esto, presuntamente atribuido a una supuesta ruptura política entre la federación y el gobierno del estado por el proceso electoral que se avecina en 2018.

Cosa, por supuesto, totalmente falsa y alejada de la realidad.

La versión del presunto rompimiento entre Peña y Gali no es más que una fantasía y un sueño guajiro del priismo local.

Un invento de quienes pretenden levantar a un muerto mediante un artificio.

La visita presidencial es simple y sencillamente parte de trabajo conjunto que el gobierno de la república y el gobierno de Puebla han venido impulsando y haciendo desde que EPN asumió el cargo como mandatario nacional.

Parte de los acuerdos que la federación celebró con el morenovallismo desde que decidieron trabajar juntos por los ciudadanos.

La buena relación y camaradería entre Tony Gali y EPN es, desde luego, fruto del trabajo que se ha venido realizando no desde que sostuvieron su encuentro en Los Pinos sino desde que el primero era titular de infraestructura del estado.

Así que las cosas, para beneficio de los poblanos, parece que seguirán como hasta ahora en Puebla.

Y tercero, porque a nadie conviene una ruptura entre el estado y la federación por un capricho del PRI estatal o de los intereses de sus lidercillos, quienes ni siquiera han logrado ponerse de acuerdo en quien será su abanderado al gobierno en 2018.

Porque las posibilidades de que el partido de los tres colores aspire a ganar la elección que se avecina en Puebla no depende de la buena o mala relación que tenga EPN con Tony Gali.

Más bien depende de que sus candidatos logren convencer a los poblanos de que pueden volver a ser una opción de gobierno creíble, viable y conveniente para el estado.

Mientras el PRI y sus mil cabezas se sigan peleando lo poco no van a poder alcanzar lo mucho.

Mientras continúen siendo incongruentes con lo que dicen y lo que hacen tampoco van a lograr posibilidades de triunfo.

En el PRI están obligados a renovarse o de lo contrario están destinados al fracaso, a perder una elección más y a pasar de ser la segunda fuerza del estado a la tercera o a la cuarta según el avance de Morena.

Si los priistas siguen como van no van a llegar muy lejos.

Ya ni los marinistas quieren permanecer en el PRI, por lo que le están apostando a la opción ciudadana como el diputado federal Alejandro Armenta Mier.

Mientras tanto, la buena relación entre EPN y Tony Gali avanza sin novedades.

Es parte del trabajo de un gobierno que “sigue”.

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