El curso evolutivo de los acontecimientos de la realidad nacional hace recordar el dicho clásico de los economistas: “el tiempo es el más escaso de todos los recursos”. Y lo es, en efecto, porque las expectativas de los seres humanos operan en plazos determinados y, cuanda se frustran, las reacciones de la contraparte difícilmente se hacen esperar. Lo mismo ocurre en la complejidad de los intercambios entre los agentes económicos que en las relaciones entre gobernantes y gobernados. El tiempo, ni duda cabe, no sólo es unidad de medida, también es la inexorable circunstancia en la que discurren la totalidad de las interacciones sociales.
A estas alturas del año, tenemos más información sobre el comportamiento de las variables decisivas y, por ello, los cálculos sobre el cumplimiento de lo proyectado al inicio son cada vez menos esperanzadores. Mover las expectativas a la baja dista mucho de ser una concesión gratuita, pero es peor proceder de espaldas a la realidad. Lo mismo en la economía que en la política, los cambios estructurales entrañan un imperativo de supervivencia, pero suponen a la vez altos costos en el arranque. Los cambios estructurales de inicio del sexenio son la viva muestra de ambos lados de la moneda: ruptura necesarias que vulneran intereses creados y provocan reacciones que siembran dudas. En el caso de nuestro país, dejamos atrás un modelo de dependencia financiera de los ingresos provenientes de los hidrocarburos, lo que ha implicado una reestructuración de las finanzas públicas y los consecuentes patrones de captación y gasto fiscal. El arranque no ha sido fácil, pero estoy seguro que los mejores tiempos están por venir y que habrá buenos dividendos en los próximos años.
Más por necesidad que por elección, de la mano de una estrategia de diversificación, hemos avanzamos durante estos meses en el proceso de ruptura de la co-dependencia comercial con los vecinos del norte y una , y esto ha implicado un costo que se refleja en esta tendencia de crecimiento. En suma, estamos dejando atrás dos pilares de nuestro desarrollo reciente, sin embargo, estoy cierto de que las medidas para suplir a estos darán resultados positivos, en el corto plazo, a todos los mexicanos. A pesar de lo ya mencionado, nuestra moneda es la que mejor ha reaccionado a los vaivenes económicos, hoy después de haber rebasado la barrera de los 22 pesos, el tipo de cambio se sitúa en los 19 pesos; el empleo formal sigue comportándose de manera positiva frente a otras administraciones; y, lo que no es menos importante, nos estamos consolidando como un país de oportunidades para distintos capitales extranjeros. Esto último no es obra de la casualidad, nuestro país ha trabajado en áreas estratégicas para el capital y una de ellas es la infraestructura, que no solo es un incentivo a este, sino que impulsa la economía interna a través del empleo. En esta administración se ha hecho una inversión sin precedentes en infraestructura para construir un país más unido y conectado; el Programa Nacional de Infraestructura es el más ambicioso en la historia del país: 743 proyectos por una inversión total de 7.7 billones de pesos. La inversión destinada a este propósito duplicará la realizada durante la administración anterior y si bien, la construcción de hospitales, escuelas, puertos, caminos, carreteras, obra hidráulica, además de promover el crecimiento de nuestra economía, permite ofrecer servicios de mayor calidad y la generación de empleos bien pagados; el gran objetivo que perseguimos es que, en este entorno internacional, nuestro país se transforme en una plataforma logística global y centro de producción de manufacturas de alta tecnología. Una muestra de que estamos en el camino correcto es el desarrollo de la Terminal Especializada de Contenedores II del Puerto de Lázaro Cárdenas, misma que se ha inaugurado en estos días y que promete ser un sitio logístico importante para el tránsito de mercancías que vienen al país y a otros mercados consumidores. Esta Terminal se llevó a cabo con una inversión privada de la empresa danesa MAERSK de más de 7 mil 400 millones de pesos, y junto con otras obras complementarias que se llevaron a cabo en el Puerto de Lázaro Cárdenas suma una inversión total de 10 mil millones de pesos. Construir un nuevo futuro es señalar que estamos apostando por el libre comercio, por abrirnos al mundo, porque los productos hechos en nuestro país puedan conquistar a otros mercados y porque seamos un destino desde el cual puedan comerciarse mercancías de otras partes del mundo para México y para otros países, particularmente América del Norte; esto implica trabajar en nuestra infraestructura. Entendemos que debemos destruir las barreras al comercio; no debemos construir nuevos muros ni barreras porque no se trata de un juego suma cero, sino que tiene que ver con darle a todo mundo la oportunidad de ganar, a todos los mexicanos la oportunidad de mejores expectativas económicas.