Primer acto. Eva Cadena, diputada local con licencia y candidata por Morena a la presidencia municipal de Las Choapas, Veracruz es exhibida recibiendo dinero supuestamente destinado a AMLO. ¿Plausible? Más allá de que el vídeo en cuestión incurre en el desliz de cubrir la identidad de la contraparte que entrega el dinero, quizás en razón de que se trata de una trampa grotesca y de que el dueño del video pudo haber negociado esa parte o haberla editado por propia mano, no hay margen a la duda razonable de que el dinero se entregó y fue recibido. Segundo acto. Con una agilidad sorprendente, el video llega a los medios, se vuelve viral en las redes sociales y es validado por su víctima, Eva Cadena, con su renuncia de por medio a la candidatura y la confesión de que actuó por cuenta propia, y no a petición del supuesto destinatario del dinero. Y tercer acto, Ochoa Reza, el líder priista se desgarra las vestiduras y exige la renuncia de AMLO a la presidencia de Morena.

Interesante, la obra, por decir lo menos. La docta inteligencia de Ochoa le hace pensar que tiene los derechos de uso exclusivo de la fórmula ramplona de la inmaculada perfección de los políticos priistas, según la cual es imposible que en el PRI haya ladrones, porque los expulsan tan pronto el veleidoso y selectivo sistema judicial endereza sus baterías en su contra. De esta forma, siempre existirá la argucia de que son las personas y no la institución priista las que fallan, pese a que es en serie y en serio su generación de representantes políticos corruptos.

Naturalmente, las malas mañas y las peores artes de los enemigos de AMLO, que allí están, no son razón suficiente para hacerse de la vista gorda ante los hechos de corrupción mencionados ni tampoco para victimizarse, para luego contra atacar. Eva Cadena no parece ser la típica política corrupta, del tipo de los Duarte, pero sí da la impresión de ser la política mediana, débil ante las tentaciones, en busca de una oportunidad para congraciarse con el líder máximo.

A propósito de lo anterior, una pregunta que campea en los aires preelectorales del 2018 es ¿cuánto si podrá resistir todo el trayecto la imagen de honestidad de AMLO  ante las pruebas palmarias que ya hay más las que vayan acumulándose sobre nuevas prácticas de corrupción dentro de Morena? Los dardos, si bien se aprecia, han apuntado hacia sus círculos cercanos, primero Ricardo Monreal y luego Claudia Sheinbaum. Y si bien en ambos casos operó de manera más o menos eficiente la estrategia de control de daños, lo que viene en adelante amenaza con ponerse peor. Resulta obvio que los de la casa de enfrente basan su estrategia golpista en el entendido de que su suerte está atada al éxito en la guerra sucia contra AMLO. E igualmente cierto resulta que la estrategia de apertura  “catch all”, dirían algunos por la que se ha venido enfilando no puede darse sin pagar altos costos y sin enfrentar altos riesgos de que sus opositores impacten exitosamente en el ánimo de los seguidores “menos fieles”.

Muy malas noticias son las que tenemos enfrente. AMLO parece haberse hecho a la idea de que para ganar tiene que sumar muchos “bad hombres” a sus filas, de tal suerte que ofrecerá parque de sobra para las armas rivales. Y los adversarios del líder de Morena entienden que, precisamente por eso, las condiciones serán cada vez más mejores para pegar sistemáticamente en la fortaleza de éste. Cabe colegir, por tanto, que se avecina la peor guerra sucia de todos los tiempos.

Muchos de los que estamos curados de los virus partidistas y deseamos un México mejor no podemos menos que ver con pesimismo lo que se avecina. Si hemos llegado a considerar, con buenas o malas razones, que AMLO ofrece una pequeña rendija por la que podríamos salir de esta decadente situación, las dudas de que eso sea posible nos hacen languidecer frente a la acuciante pregunta de ¿cuántos bad hombres soporta su maquinaria para poder mantener en vilo la esperanza de que está al alcance el punto de inflexión hacia un México digno de ser vivido y disfrutado.

En previsión del inevitable escenario de que habrá muchas más de sus huestes metidas a escándalos en los próximos meses, vale tener en consideración de que la clave, mucho más que en la previsión, reside en el manejo que pueda hacerse de esas crisis. La política mexicana dista mucho de asemejarse a una contienda de buenos contra malos; o de corruptos contra honestos. Sería interesante conocer cuál es el cálculo de AMLO al respecto y mucho más lo es el saber, dado el caso, qué es lo que tiene en mente hacer el día después, mucho antes de que los reacomodos de los políticos de siempre cuajen sus estrategias para taponar los resquicios del cambio, hagamos llegar un respetuoso saludo a nuestras autoridades electorales (fiscales, árbitros y jueces), que siguen sin ver y oír los excesos de la pachanga que amenaza con extenderse por los próximos 14 o 15 meses.

 

*Analista político

@franbedolla