Jean Jacobo Rousseau, hombre prolífico en varios campos del conocimiento hizo gran aportación pedagógica en su obra “El Emilio”.
“El Emilio” es un texto referente en la educación, es su apartado “El segundo nacimiento” nos dice respecto al hombre.
“Dos veces nacemos: una para existir y otra para vivir. El existir es lo que nos iguala a las otras especies del reino animal, el vivir es dar sentido a la vida, es: crear, aportar y conocer personas, historias y lugares”.
En la vida de cada quien hay etapas que son inolvidables, unos comentan que es en la infancia, tal aseveración tiene razón, porque el niño no tiene preocupaciones, su vida es el juego y de allí aprende. Los segundos comentan, la mejor fase es la adolescencia, también les asiste la razón, porque es un periodo de vida con ensoñaciones e ideales hacia el propio futuro. En este período varios destacan sus cualidades, en tanto que otros encuentran su razón de vivir hasta en la edad adulta.
Quienes hace algunos ayeres convivimos en la adolescencia, cercanía afianzada por estar internados en una Escuela, nos citamos en Pachuca para realizar juntos la travesía para asistir a la invitación de otro de los colegiales a visitar su cuna y ahora su lugar de residencia esporádica.
La posición del sol señalaba aproximadamente las dos de la tarde. Para hacer agradable el recorrido acordamos pasar a determinados lugares, empezando por Omitlán, recibimos explicaciones de la Iglesia, de Nuestra Señora del Refugio. Es una ostentosa arquitectura. Nuestro amigo, ahora con la función de guía continuó explicando de escuelas, calles, y actividades de los moradores.
Continuamos el trayecto a Atotonilco el Grande, del mismo modo nos llevó a observar la pequeña pero espectacular Iglesia edificada a las características sugeridas por los agustinos, la construcción en piedra es del siglo XVI, adquirir productos típicos de la gastronomía. La siguiente detención fue en Santiago Mezquititlán, visitando por fuera el Palacio Municipal, la Iglesia, un lugar de expendio de bebidas típicas y disfrutar de su gastronomía.
La tarde había avanzado y proseguimos la carretera con dirección a Huejutla por varios minutos, observando paisajes hermosos, en algunos espacios la bruma provocado por el calor presentaban paisajes espectaculares. Al ver el nombre de Molango con colores resaltados busqué un espacio para aparcar, mis dos acompañantes habían hecho lo mismo, observamos la nitidez del sol alumbrando el amplio espacio que mostraba las cordilleras de montañas, algunas grandes, otras chicas por la lejanía de su ubicación. Los minutos pasaban sin darnos cuenta por observar la magnicida de la naturaleza.
Llegamos en el lugar de hospedaje previamente apartado en Molango, fuimos al lugar de la cita, en la Laguna de Atezca, unos metros antes al lado derecho había el letrero de la Escuela donde estudiamos, al lado varios coches ya estacionados, pasamos a una pequeña estancia diseñada en forma de salón de fiesta, ya esperaban otros, procedentes de varios estados de la República. Entre salutaciones y comentarios de nuestras actividades recientes llegó la hora de la cena. Fuimos citados a las nueve de la mañana para el desayuno.
El sábado 29 de abril los asistentes habían aumentado porque llegaron ya avanzada la noche, cansados por el trayecto y la energía ya menguada no acudieron el día anterior. Después del almuerzo fuimos conducidos en caravana de carros para Molango, recibimos explicación de lugares destacados, del aeródromo, Palacio municipal, la historia del Coronel Felipe Ángeles, lo mismo del General Felipe Ángeles Ramírez, del busto del profesor, licenciado y gobernador Manuel Sánchez Vite.
El recorrido se extendió para la plaza principal, recorrimos el antiguo cementerio y el Templo y Exconvento de Nuestra Señora de Loreto de Molango construido en 1546. Molango ha sido distinguido por en nombre en el idioma náhuatl “Lugar del mole” o “Tiene Mole”. Los últimos descubrimientos se dice que dicho nombre proviene de Molanco, “lugar del dios mola”, dicho lugar fue derruida para ser construida la majestuosa construcción que ahora tiene. Sin embargo, en la conciencia popular queda el nombre del dios prehispánico. La comida se sirvió el lugar conocido por la galera en orilla de la Laguna de Atezca.
La Laguna de Atezca, es pequeña, con una rica historia, además, importante en la economía de los lugareños por ser recepción de varios cientos de turistas durante todo el año, los campestres son muy hospitalarios, ofreciendo platillos típicos y atención esmerada. Los tres días de estancia fue muy relajante y calurosa, por el clima natural y por el calor humano de los convidantes, sobre todo el mostrado por el anfitrión, el generoso de la recepción es el profesor Santiago Martínez Cano, quien dio alimentos a más de dos decenas de amigos de la adolescencia y respectivas familias. Hubo música de viento y danzas.
La hospitalidad es rasgo de la cultura que aún se conserva, por eso la filósofa alemana de nombre Hannah Arendt lo describe con sus sabias palabras: “Cultura se relaciona con los objetos y es un fenómeno del mundo: la hospitalidad se relaciona con la gente y es un fenómeno de la vida”. Luego. Entonces vivir es poner en práctica fenómenos de la vida.