Sin la necesidad de ser un perito o especialista en seguridad, en crimen organizado o en enfrentamientos bélicos, es evidente que en Palmarito Tochapan lo que se registró en vídeo fue un claro enfrentamiento entre el ejército y las bandas dedicadas al robo de hidrocarburo.
Una balacera en la que perdieron la vida, de acuerdo al reporte oficial de las autoridades, 4 militares y al menos 6 civiles.
Un evento en el que si se cuidaron o no los protocolos de seguridad, por parte de las fuerzas armadas, hubo disparos tanto de los elementos de las fuerzas castrenses como de los presuntos criminales.
Y los vídeos allí están y son muy claros.
En uno de ellos se muestra como uno de los detenidos, quien portaba chaleco antibalas, después que los militares intentaron someterlo repele la agresión -apoyado por otros de sus cómplices- y lanza una ráfaga de tiros matando a uno de los soldados.
En la grabación se ve como cae al instante el elemento del ejército por un ataque por la espalda.
¿Y alguien se sorprende por el hecho?
¿Alguien ha lamentado y escandalizado por la muerte del soldado?
¿O qué él no tiene derechos humanos que lo protejan?
Tanto es reprobable el supuesto abuso de autoridad por parte de alguno de los elementos castrenses que participaron en el operativo de Palmarito como el cobarde asesinato del soldado caído.
Ni los medios de comunicación, ni los periodistas, ni los columnistas, ni los reporteros o lectores de noticias, tienen derecho a enjuiciar a nadie.
A los medios nos toca sólo informar a la ciudadanía sobre los hechos ocurridos.
Son las autoridades competentes las encargadas de la investigación de las acciones, así como de castigar o deslindar a quien cometió o no cualquier abuso en el operativo de Palamarito.
Sin embargo, esto sí hay que subrayarlo, los verdaderos responsables de las muertes registradas en aquel enfrentamiento del pasado 3 de mayo en Tochapan son única y exclusivamente las bandas dedicadas al hurto a los ductos de Pemex.
Ni los soldados, ni los habitantes de Palmarito, los que nada tienen que ver con las bandas del crimen organizado y del huachicol, son culpables.
Y es lamentable, desde luego, que en estos casos paguen justos por pecadores.
Empero, como ya lo he dicho, otros culpables indirectos del fenómeno del robo a Pemex son los ediles que gobiernan los municipios que forman parte del triángulo rojo y la llamada franja del huachicol en Puebla.
Son ellos, quienes han hecho graves omisiones para denunciar y tratar de contrarrestar este mal que afecta directamente las finanzas de la nación.
Son algunos de ellos a los que se les tiene que juzgar por éste tipo de actos.
Porque a quiénes les debemos, si no es a las bandas huachicoleras, la sangre derramada en Palmarito.
Es a ellos a quienes los habitantes de Tochapan deben reclamar las muertes de sus familiares.
En los vídeos difundidos sobre la balacera y el operativo en Palmarito solo se ve como dos grupos intercambian disparos sin piedad alguna.
Y es aquí donde surge una pregunta incomoda: ¿Cuánta piedad debe tener un soldado con alguien que segundo antes atentó contra su vida a disparos?
¿Es justo, y no hablo de temas legales sino más bien morales, que los ladrones del huachicol, quienes se hacen millonarios a costa de sus malas acciones y quienes asesinan a sangre fría, reciban un trato especial por parte de las autoridades y del ejército?
¿Los poblanos, los ciudadanos de a pie, los comunes y corrientes, de parte de quién estamos?
¿De la autoridad o de la ilegalidad?
¿De los soldados o de los huachicoleros?
¿De quienes roban, matan, secuestran y amenazan, o de quienes intentan poner orden, paz y tranquilidad?
Son muchas las preguntas, y muy delicadas e incomodas, las que hay que hacerse en el caso de Palmarito Tochapan y la balacera registrada el 3 de mayo pasado.
No es posible que primero se diga que en Palmarito gran parte de sus habitantes la hacen de halcones del huachicol, y ahora que todos son campesinos inocentes.
Ni tampoco se puede tolerar si es que hubo abuso por parte del ejército.
Es necesario que las autoridades competentes lleguen al fondo del asunto para esclarecer los hechos y dejar de linchar públicamente.
Porque, bien dicen por ahí, en la viña del Señor nadie es tan bueno, ni nadie es tan malo.
¿O no?
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